Opinión / ¿Qué hacer? / Luis Delgado Arria


 Tal es la pregunta que se hizo Vladímir Ilich Ulianov —mejor conocido como Lenin— entre finales de 1901 y principios de 1902 y que dio origen a un discreto pero trasformador libro publicado en febrero de ese año. Lenin hace un balance de la coyuntura y presenta allí propuestas concretas en torno a la organización y la estrategia que debe seguir un movimiento revolucionario. El título es tomado de la novela homónima de Nikolai Chernishevski, escrita en 1862, de enorme influencia entre los revolucionarios rusos de la época.

Tejido geo político
En un contexto mundial en que China y Rusia se ven hoy, de facto, forzadas a confrontar económica, comercial y hasta militarmente el cada vez más codicioso expansionismo occidental, a Venezuela —y a América Latina en su conjunto— no nos queda mejor opción que alinearnos a este nuevo bloque.
Urge en tal sentido comunicar eficazmente a toda la población venezolana que estamos de hecho en el contexto de una nueva guerra fría. Una nueva, despiadada y sanguinaria guerra de escala mundial que no ha sido declarada ni azuzada por Venezuela, sino por el gran complejo industrial-militar-económico y mediático capitalista-terrorista.
Nos desplazamos aceleradamente hacia un gran choque civilizatorio al que hemos sido arrastrados por la mega-crisis general del desahuciado y guerrerista sistema capitalista. Un sistema que, desesperado busca transferir y hacer pagar su orgía financiera terminal al resto del planeta. Fundamentalmente por la crisis bancaria desatada tras los “rescates” criminales otorgados a los bancos privados auto quebrados de Inglaterra, Francia y EE.UU.
Tras los sucesos del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York y, más reciente, tras los atentados en París de 2015 es claro cómo Occidente afila nuevos esquemas de dominación para desplegar su nuevo arsenal simultáneamente político, jurídico, económico, comercial, discursivo, mediático, cultural, policial-militar y de la institucionalidad internacional para restaurar un nuevo engendro de hiper-capitalismo ultra-neoliberal, a sangre y fuego.
En tal contexto, la construcción de los enemigos externo e interno al bloque imperial euro-estadounidense es imprescindible para justificar una réplica cada vez más autoritaria y hasta militar a toda contestación a la nueva dictadura capitalista global. Tal tendencia anuncia una creciente dinámica de “estado de excepción” y de “guerra global y permanente” en la que Afganistán, Irak, Libia, Mali, Siria, Yemen y Honduras —entre otros casos recientes— no son sino globos de ensayo, cuyas modalidades de desestabilización y reducción pueden y van a ser desplegadas, con variantes, en el resto del planeta en resistencia.
Occidente, es decir, EE.UU. y la Unión Europea precisan recobrar su supremacía política y económica sobre América Latina —y principalmente sobre Venezuela— a fin de usar dicho factor estratégico de presión energético y geopolítico sobre los bloques rivales emergentes, léase, Unasur, Mercosur, los BRICS y, muy especialmente, sobre China y Rusia.
En el cuadro de este nuevo intento de reconfiguración del mapa del capitalismo global, comandado por EE.UU., Europa Occidental ha consentido ser convertida de hecho en el portaaviones de una nueva guerra fría contra Rusia, África y Oriente Medio, explayándose asimismo hacia la región del Asia/ Pacífico y virtualmente también hacia América Latina. El objetivo estratégico de esta guerra es preservar el dominio de la economía y el comercio mundial occidental como armas para impedir o, al menos retardar la emergencia económico-comercial del bloque de los Brics y primordialmente de China como nuevo hegemón mundial.
Por tal razón, desde fines de la década del 90, el Departamento de Estado de Estados Unidos tramita imponer una estrategia global baautizada como “Full Spectrum Dominance” o "Dominio de Espectro Total". Dicha estrategia reserva a los países de la Unión Europea una posición subalterna a cambio de garantizarles protección militar, económica y privilegios comerciales. Esta estrategia de sobrevivencia conjunta Euro-estadounidense es lo que explica la reciente suscripción de los tratados conocidos como Asociación Transpacífica (Trans-Pacific Partnership), Asociación Transatlántica (TPP), Transatlantic Trade and Investment Partnership (TTIP) y el Tratado de Comercio de los Servicios (TISA). No obstante, Europa también teme las secuelas económicas, geopolíticas y ecocidas de una nueva hegemonía estadounidense, razón por la cual mide y sopesa cada movimiento en atención a sus propios intereses.
Pero para concretar esta estrategia global es imprescindible para EE.UU. tomar no sólo control político de las principales naciones con fuentes de materias primas, comercio y biodiversidad de América Latina, cuanto que abatir los diversos imaginarios nacionalistas, progresistas y eco-socialistas en nuestra región y particularmente en Brasil, Colombia, Cuba, Argentina, Ecuador, Bolivia, Nicaragua y Venezuela. Implosionar el naciente ensayo progresista latinoamericano —y muy particularmente el de Venezuela— tendría para Occidente parecida utilidad al desplome de la Unión Soviética durante la década del 80. Para lograrlo, como hicieron contra el gobierno de Salvador Allende en Chile, no escatiman imponer una política de desplome inducido del precio de las materias primas, la depreciación artificial del signo monetario, el sabotaje de la producción, la inversión, las exportaciones y el comercio.
Hoy en día adicionan el empleo de la parapolítica y la mercenarización de las relaciones sociales (paramilitarismo, delincuencia organizada, narcotráfico, juegos de invite y azar, y la insensibilización mediante la colonización ideológica desde la dictadura televisual y de las redes sociales apertrechada de programación basura y de nuevas modalidades de pornografía, amén de un vasto arsenal de videojuegos degradantes y violentos, especialmente ideados para insensibilizar a los más chicos. Un nuevo arsenal estético simbólico  dirigido a recolonizarnos, distraernos, insensibilizarnos, aburguesarnos, desclasarnos, desarraigarnos, degradarnos y deshumanizarnos.
Venezuela ante esta nueva guerra
Nos permitimos mapear este grueso recuadro de comprensión de la coyuntura, entre otras cosas, para cuestionar la tesis respecto de que la continuidad del chavismo y la viabilidad del camino al socialismo en Venezuela, pende de la mera adopción de medidas de corte neo-keynesiano o neo-populista, ora que las mismas beneficien a los sectores populares o las capas medias. Desde luego que no se edifica una mayoría electoral o una hegemonía política meramente apelando a un discurso de geo-política mundial. Pero no hay hegemonía política posible y sustentable sino a partir de un monumental esfuerzo teórico y de pedagogía política empuñado por la vanguardia respecto de las complejas encrucijadas que encara hoy el mundo Sur en que vivimos; así como las ingentes tareas que cada región, cada nación, cada movimiento político, cada ejército y cada ciudadano debemos asumir, al menos para sortear una catástrofe en pleno desarrollo.
El plan es desestabilizar a Venezuela y derrocar al gobierno del presidente Nicolás Maduro para a la postre imponer sobre el resto de América Latina una nueva modalidad de dictadura continental. De cara al fracaso aparatoso de la política expansionista imperial sobre el Medio Oriente, EE.UU. vuelve su “atención” hacia lo que conceptúan su principal área estratégica de influencia.
En tal sentido, los tiempos de infantilizar la praxis política y de azucarar con medias tintas la grave situación mundial, regional y nacional es hoy empresa tremendamente peligrosa. Urge, por ello, abatir la percepción, bastante extendida respecto de que la crisis de la economía, el comercio, incluyendo la desvalorización de la moneda y del salario hoy en Venezuela son problemas meramente domésticos, de corto plazo, y básicamente atribuibles a la ineficacia, el burocratismo o la corrupción.
Desde luego, hay factores internos que han contribuido y siguen contribuyendo a profundizar la crisis, pero en modo alguno constituyen la raíz del problema. Por el contrario, precisamos comunicar, es decir, poner en común,  científica, pedagógica y mediáticamente la realidad. La de que estamos siendo objeto de un masivo experimento con humanos en el que los venezolanos hemos sido tomados como conejillos de indias de una nueva guerra de 6ta generación. Una nueva modalidad de bombardeo imperialista mediante un novedoso paquete de desestabilización y operaciones psicológicas ensayado y perfeccionado por décadas contra cientos de procesos de resistencia.
Mientras no resituemos el marco conceptual de una crisis terminal y un nuevo esquema de desestabilización y de golpe de Estado inducido desde Washington, Londres y Tel Aviv estaremos tratando como un esquema ya conocido de injerencia lo que es, más bien, un novedosísimo y peligrosísimo esquema desestabilizador.
Desde luego que siempre cabe contemplar la determinación de las luchas internas por poder y dinero de distintos sectores en Venezuela, refractarios a cualquier genuina agenda emancipadora de nuestro país y nuestro continente. Resulta clave por ello en este contexto reconstruir la unidad de los patriotas para luego desenganchar, lo más rápido posible, la economía, la banca, el comercio, la política exterior y los medios comunicación, la información, la cultura y la diversión de Venezuela, de las lógicas, instituciones y prácticas sociales pro capitalistas aún dominantes. Y a la postre neutralizar los enemigos endógenos del modelo emancipador, progresista, descolonizador y eco-socialista. La celeridad y radicalidad de la restauración del capitalismo neoliberal y privatizador en Argentina hoy nos deja en claro que resistir es nuestra única opción si queremos sortear la rebatiña vertiginosa y descarada del país y, a la postre, del continente y el mundo Sur.
Los pesimistas, los oportunistas, los lobistas y los vende-patrias de siempre insisten en este contexto a la sordina que hoy resulta necio confrontar el poder de Occidente. Y que lo mejor sería “aceptar hacer las paces” de nuevo con la contrarrevolución intestina  y con el gran capital trasnacional. Calientan orejas en partidos, movimientos sociales, medios de comunicación y cuarteles para mercadear una capitulación histórica de nuestros derechos a la soberanía y el desarrollo como un retorno a la paz, la normalidad y al bienestar de “con AD se vivía mejor”. Parecida invención a la de Colón y los espejitos.
Permitir —o colaborar de cualquier modo— con la desestabilización de la economía, el comercio, el bloque popular, las Fuerzas Armadas y, en general, del gobierno de Nicolás Maduro, en esta delicada coyuntura constituye alta traición a la patria. Pues tal tiene no una, sino casi todas las posibilidades de terminar en la retoma del poder del Estado por la derecha fascista y, de seguidas, la inmediata consumación de un Plan Cóndor pero multiplicado probablemente por diez o por cien. Vale decir, si en Argentina el Plan Cóndor resultó en la “desaparición” y asesinato político masivo de 30 mil personas, en su mayoría activistas, aquí en Venezuela podría resultar en la matanza de 300 mil o muchas más personas.
La Operación Cóndor o Plan Cóndor es el nombre con que se bautizó el método de coordinación de acciones y mutuo apoyo entre las cúpulas de los regímenes dictatoriales del Cono Sur de América —Chile, Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay, Bolivia, Perú, Colombia, Venezuela y Ecuador— bajo la orientación de los Estados Unidos durante el periodo entre 1970 y 1980. El Plan Cóndor implicó "el seguimiento, vigilancia, detención, interrogatorios y tortura, traslados clandestinos entre países y desaparición o asesinato de personas" consideradas por dichos regímenes como "subversivas del orden instaurado o contrarias al pensamiento político o ideológico opuesto, o no compatible con las dictaduras militares de la región". Dicho Plan se estableció como una organización clandestina internacional dedicada a la práctica sistemática del terrorismo de Estado que instrumentó el asesinato y la desaparición de decenas de miles de opositores a las mencionadas dictaduras —o dictablandas— en su mayoría vinculados a movimientos de la izquierda política.
Tan solo un documento bautizado como Los Archivos del Terror detalla, nombre por nombre, el destino de miles de latinoamericanos, en su mayoría jóvenes, secretamente secuestrados, torturados y asesinados por los servicios de seguridad de Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Paraguay y Uruguay. Tan solo estos archivos, casualmente encontrados, registran 50.000 personas asesinadas, 30.000 desaparecidas y 400.000 ilegalmente encarceladas

Otros escenarios
Aunque improbable, reparemos el escenario de una ocupación como la de Irak por Occidente. Un estudio de una agencia privada de encuestas británica, ORB (publicado por el periódico inglés The Guardian el 16 de septiembre de 2007), estimaba, para ese entonces, el número total de muertos en 1.200.000, cifra que coincide con el estudio publicado por The Lancet un año antes. Hoy día el número de caídos durante esa guerra que no termina, se calcula que puede ascender al doble. Es decir que, agencias contratadas por gobiernos que participaron militarmente en esa ocupación conservadoramente estiman en 2 millones los caídos en Irak. Si estimamos que, durante una ocupación armada, por cada muerto resultan heridos un promedio de 10 ciudadanos, es de estimar en alrededor de 20 millones de ciudadanos iraquíes heridos, es decir, 6 de cada 10 habitantes, considerando que para el 2009 la población del país se estimaba en 32 millones.
Pero, una ocupación armada de Venezuela por Occidente parece hoy poco probable. Por un lado porque Venezuela, a diferencia de Irak, Siria, Libia, Yemen, Mali o Afganistán, no se encuentra en el principal espacio geopolítico en donde se resuelve la pérdida del poder de EE.UU. como principal potencia capitalista del globo. Segundo,  porque Venezuela ocupa un lugar prominente en la complexión de un escudo protector diplomático constituido por La Celac, Unasur, Mercosur, Alba, Petrocaribe, amén de sus importantes relaciones comerciales con Rusia y China. Tercero, porque Occidente hoy no dispone de demasiado oxígeno económico para afrontar los costos de nuevas y costosas ocupaciones como las clásicas y favoritas al paladar de los halcones del pentágono. Pero, sobre todo, porque la población de EE.UU. y de gran parte de Europa se encuentra hoy, sobre todo  tras la ocupación de Irak, bastante más consciente respecto de los riesgos que entraña para su economía y su seguridad interna tal tipo de aventuras de financiamiento y de apertrechamiento militar de ejércitos mercenarios. No por idealismo o filantropía, sin excepción, todos los candidatos a las presidenciales en EE.UU. aparecen ahora, súbitamente, contrarios a derrocar al gobierno sirio mediante nuevos financiamientos de ejércitos mercenarios. Pero, desestabilizar el principal enclave de suministro energético confiable, barato y cercano a EE.UU. —en un contexto de confrontación entre potencias— también es un importante argumento contra la ocupación.
El plan, por ende, contra Venezuela y contra todos los gobiernos y los pueblos progresistas de América Latina consiste principalmente en alimentar las condiciones internas para una meticulosa caotización de la economía y el comercio que esparzan un clima de hondo malestar social, político y militar, sirviendo así la mesa al expediente de los choques violentos entre masas de población civil como pretexto clásico a los golpes de Estado y las “intervenciones humanitarias”” orquestados desde el Norte.
Ahora bien, por definición, cito el Diccionario de política coordinado por Norberto Bobbio, Nicola Matteuci y Gianfranco Pasquino, un golpe de Estado: “es un acto planificado y realizado por órganos del propio Estado”. Veamos asimismo la definición de golpe de Estado que enuncia el Diccionario Larousse: “golpe de Estado es una violación deliberada de los preceptos constitucionales por parte de un gobierno, una asamblea (parlamentaria) u otro grupo de personas que detentan la autoridad (civil o militar)”.
De estar Venezuela ante esta hipótesis, cabría asumir que las personas, organizaciones o instituciones que, desde dentro del Estado, han financiado metódicamente a trasnacionales —o empresas supuestamente “nacionales” mercenarias de la guerra económica— que han permitido o lucrado de la fuga masiva de divisas o el contrabando de extracción; o que han legitimado la devaluación de hecho del bolívar o la especulación programada de bienes de primera necesidad (alimentos, medicinas, productos de higiene personal y limpieza del hogar, repuestos automotores) hayan actuado, cuando menos, como coautores materiales del golpe de Estado en curso.
Cabe recalcar asimismo que, dada la envergadura y efectos de la guerra económica sobre la población, su participación en estas acciones, dialécticamente ha superado la cualidad de mero delito común de burocratismo o corrupción administrativa, constituyéndose de hecho en un despojo masivo de las condiciones materiales de existencia de millones de personas, en especial de sectores humildes y medios. No es descartable pues que, eventualmente, tal contradicción interna haya resultado electoralmente más perniciosa que la misma guerra económica.
Nuevas realidades en la estructura, nueva dialéctica de construcción de la consciencia de clase
Cabe en este sentido recordar la afirmación de Marx en el sentido de que, en un determinado estado de su desarrollo las fuerzas productivas materiales de una sociedad, es decir, la clase trabajadora y oprimida, entra en contradicción con las relaciones de producción existentes, es decir, con las relaciones jurídicas de propiedad en cuyo seno esta clase se había desenvuelto hasta entonces. Y, de formas de desarrollo de las fuerzas materiales productivas que eran, estas relaciones de producción capitalistas se convierten en obstáculos. Es cuando se abre, según Marx, la época de una revolución social.
Lo que quiero resaltar, en este punto, es que el régimen capitalista occidental, que ha estudiado y diseccionado capa por capa la teoría de Marx a fin de abatirla en la teoría y en la práctica, está ensayando —y pareciera que bastante exitosamente— la arquitectura de una feroz contrarrevolución en Venezuela que siente las bases materiales para que unas fuerzas de choque (financieras, empresariales, de inteligencia, policiales, militares y paramilitares) relativamente discretas en número y ascendencia puedan hacerse del control económico, socio-político y territorial del país mediante un agresivo proceso de cosificación de las relaciones sociales y de materialización de los productos de la actividad humana. Es decir, una objetivación enajenada de toda praxis sujeta a condiciones mercantiles. 
Expresiones tales como: “con mi (cerveza) Polar no te metas”, “no tenemos Harina Pan ni papel tualé, pero tenemos patria”, “mi visa americana y el goce de mi jubilación en New York o en Orlando son mi derecho”, ‘’mi estabilidad (en la administración pública) y mi salario son sagrados”, “yo me quemé las pestañas estudiando en la universidad obviamente para ganar 100 veces más que un simple obrero”, “me quitaron mi país”, “aquí los malandros de los barrios te matan por sádicos... y porque son unos inservibles y unos resentidos”, “estudiar en universidades públicas es una raya”, “en Venezuela ahora todos somos bachaqueros”, “prefiero limpiar carros o baños en Miami por unos buenos dólares... que dar clases aquí en un liceo por una miseria de sueldo”, “¿cómo puede ser chavista alguien que haya estudiado en la universidad?”, “si no tienes una buena 4X4 y una novia bien operada, no eres nadie”, “a los chavistas hay que matarlos por brutos y por animales”... Desde luego todas estas locuciones son expresión de un mundo de sentido y de valores sistemática y gravemente invertido. 
Un mundo cuyo estado de consciencia ha sido enfermado a un extremo tal que lo que supuestamente te realiza como sujeto es precisamente aquello que suprime los derechos o incluso la vida misma de otro. En este mundo la patria y el papel toalet están en un mismo nivel. Beber una cerveza de marca es un derecho constitucional e inalienable. Un cargo público es tan una “cosa” privada y personal como unos zapatos de marca. EE.UU. es lo mejor y Venezuela lo peor, sin discusión. Y todo aquel que se interponga a mis fantasías de poder, consumistas y pitiyanquis es mi enemigo a muerte. Es un mundo en donde el trabajo vivo, es decir, humano, afectivo, cooperativo, deviene en sustancia muerta. Lo fluido se torna sólido y pétreo; y las relaciones inter-humanas se vuelven payasadas, estupideces, desvaríos cosificados. En un mundo así de insensible y cloroformizado no es de extrañar que los hijos denuncien y entreguen a los padres a unas fuerzas de ocupación; o que los padres lo hagan con los hijos. Es el éxtasis del mundo al revés. Un mundo de insensibles, de animalizados, de robots. Un universo feliz de carecer de valores. Y es en este desbarajuste de sentidos invertidos —hollywoodizados para millones— en donde hay que librar, paradójicamente, las batallas por un mundo, un continente y un país mejor, más humano, digno y soberano.
Vastos sectores patriotas, nacionalistas, progresistas y socialistas, muy superiores a los 2 millones de votos faltantes al chavismo respecto de las pasadas elecciones, recientemente se abstuvieron de votar por los candidatos al parlamento del Polo Patriótico, quizá no precisamente como un voto castigo contra el modelo de inclusión social y cultural del bolivarianismo, que definitivamente han respaldado durante 16 años, sino tal vez como una forma —seguramente desesperada— de expresar su repudio a un modelo de gestión de la economía y la política que perciben como básicamente reproductor de las relaciones mercantiles capitalistas, de cosificación de las relaciones sociales y de materialización espectral de todos los productos de la actividad humana.
En un contexto en que el gobierno del Presidente Nicolás Maduro y las fuerzas patriotas, nacionalistas, progresistas y socialistas deberán enfrentar los embates de un parlamento contrarrevolucionario, es decir, dispuesto a todo, y crecidamente hostil y desestabilizador a partir de enero del 2.016, y de cara a una previsible nueva caída del ingreso petrolero y por ende, de la recaudación de impuestos, pareciera urgente la aplicación de una nueva política monetaria y cambiaria que frene la salida de capitales al exterior, para poder invertirlos en la industrialización acelerada de sectores prioritarios (alimentos, medicinas, vestido, repuestos). Pareciera estratégico también la estatización del comercio exterior; junto con una resuelta política de abatimiento del dólar paralelo mediante la aplicación de sustanciales impuestos al lujo y a la evasión fiscal de las grandes empresas, así como una política de demandas ante los organismos internacionales de crédito, comercio, y de lucha contra la legitimación de capitales, contra el Estado de Colombia y las casas de cambio legitimadas por ley.
El Capital, decía Marx, “nació chorreando sangre y lodo por todos los poros, desde los pies a la cabeza”. Si así nació, no es descabellado pensar que asumirá distinto proceder, caso de tomar el poder en Venezuela por cualquier vía, ora insurreccional ora electoral, o mediante una mezcla de ambas, como parece ser el caso.
El imperialismo occidental, presidido por EE.UU. no parece inclinado a resolver en su favor el destino de la revolución bolivariana mediante una clásica aventura armada directa que resulte en el surgimiento de graves tensiones diplomáticas, amén de misceláneas células de resistencia, nacional, regional y local. Occidente más bien parece inclinado a ensayar una operación de progresiva estrangulación simultánea de la moral patriota, el modelo económico progresista y de la utopía socialista. El desgaste y abatimiento simultáneamente socio-económico (estructura) e ideológico-político-cultural (infraestructura) pareciera ser su estrategia. Además, sólo desarmándonos ideológica, política, moral, económica y culturalmente, Occidente podría sortear la defensa del el modelo bolivariano por potencias aliadas como China y Rusia, cada vez cercanas a a la Venezuela Bolivariana como socio estratégico.
Para los Brics, la Liga Árabe, Unasur, Mercosur, PetroCaribe, el Alba, la Comunidad Económica Africana, e incluso para parte de la Unión Europea, Venezuela no es Honduras, en donde, casi que en un santiamén, factores imperialistas depusieron a un gobierno constitucional mediante un golpe de parlamento. En razón de sus recursos energéticos y de minerales preciosos y estratégicos, de sus reservorios de biodiversidad y de agua potable y de su ubicación geo-estratégica, una Venezuela soberana representa la única posibilidad de desarrollo de América Latina y del Mundo Sur.
Quiere decir que cualquier conato de asonada pro imperialista contra el gobierno Bolivariano de Venezuela encontrará importantes —y duraderas— resistencias sociales, políticas, económicas, diplomáticas, culturales y militares, tanto internas como en el plano internacional.
Por eso mismo ha sido tan importante para el bloque de derecha en la región la victoria de Mauricio Macri en Argentina: porque  es funcional a la tesis de la inviabilidad en la región y en el mundo del modelo progresista, antimperialista y eco-socialista. Porque evidencia que la construcción de una consciencia revolucionaria en sí y para sí, de clase trabajadora y oprimida sigue ireesuelta. Y porque debilita la fuerza geopolítica de instituciones como La Celac, Unasur, Mercosur, Telesur, etc., a los efectos de resistir la nueva onda expansiva neoliberal y antidemocrática cada vez más activamente desplegada en la región.
Rectificación, rebelión y renacimiento
Pero, del mismo modo, resulta clave, en este contexto, profundizar la transformación radical de las viejas prácticas y ya arcaicas instituciones políticas, económicas, sociales, militares, mediáticas y culturales, como propone el Presidente Nicolás Maduro. Digamos con Bolívar, 200 años después: “Vacilar es perdernos”.
Se comentan que en el Pentágono gustan mucho paladear aquel viejo refrán popular que reza: a la larga el galgo a la liebre mata. No sería irrelevante releer en este contexto, en clave geopolítica, geoeconómica y geocultural los Cuentos de Tío Tigre y Tío Conejo.
Pero este complejo escenario nos pone, dialécticamente, en un histórico momento constituyente, en el que, o inventamos o erramos. Es claro que sólo nos atacarán decisivamente una vez nos hayan demolido gravemente:
Nuestra consciencia de clase en sí y para sí.
Nuestra consciencia unitaria como nación (no de protectorado ni de servil colonia).
Nuestra consciencia antimperialista bolivariana.
Nuestra consciencia solidaria, del reconocimiento del otro, del compartir, de la cayapa (anti-individualista, anti-narcicista).
Nuestra consciencia amorosa cristiana y de nuestro sincretismo espiritual sincrético de raigambre indígena y africano.
La consciencia de nuestra diversidad cultural.
La consciencia de nuestro carácter plurinacional/ pluricultural.
Nuestra consciencia rebelde y revolucionaria desde tiempos prehispánicos.
Nuestra consciencia anti-neoliberal.
Nuestra consciencia radical democrática, anticogollérica, antimilitarista en el poder (anti-dictatorial).
Nuestra consciencia de compromiso con la paz (anti-violenta, anti guerrerista, anti-cruel).
Nuestra intuición del peligro, nuestra resiliencia, nuestra boniteza como pueblo, nuestra disposición a producir todo lo que necesitamos para vivir dignamente.
Nuestra consciencia chavista, es decir valiente, esforzada, patriota, humilde, orientadora, magnánima.
Posicionar eficaz y eficientemente nuestros valores desde todos medios es de vital importancia.
Tras consumar un importante fortalecimiento de la capacidad de fuego de nuestras fuerzas armadas para defendernos de potenciales ataques imperiales, cabe ahora repensar y aplicar en profundidad y sin descarríos publicitarios las 3 Rs al cuadrado a toda la institucionalidad encargada de neutralizar el campo reproductor de la falsa consciencia liberal burguesa y pitiyanqui.
No sería descabellado pensar en la creación de un ministerio o una vicepresidencia, ahora sí, genuinamente del poder popular... para la contra-hegemonía. O, en todo caso, una organización novedosa que planificara, mapeara, financiara y articulara nuestras instituciones de educación, comunicación, información, investigación, cultura, propaganda, escuelas de cuadros, UBCHs, y todas las vinculadas con la política y la rectoría intelectual, moral y estética del proceso revolucionario.
Por eso, en un contexto en que la contrarrevolución realista disfrazada de oposición busca confrontar nuevamente y fratricidamente a pueblo contra pueblo en beneficio de sus oscuros intereses, promoviendo un contexto como el del 11, 12 y 13 de abril de 2002, cabe siempre volver a Bolívar, al padre Bolívar, al genio Bolívar, en busca de orientación.
Revivamos, íntegra, la última proclama de Bolívar a solo 7 días de su muerte en Santa Marta. Bolívar había tenido ya que renunciar a su mando absoluto sobre Venezuela y Colombia tras una feroz campaña de descrédito en su contra. La razón de tanto encono era que fracciones pujaban por dividir Colombia —lo que hoy es Venezuela, Colombia y Panamá— en diferentes naciones para poder así repartirse el poder, los privilegios; y sobre todo, para obedecer la instrucción separatista dictaminada por EE.UU. En ese contexto, Bolívar redacta una proclama que asume como su última voluntad. Cuando Bolívar pide que cesen los partidos, no se opone a la actividad política partidista propiamente dicha, sino a la politiquería, a la maniobra vil y lacaya en contra de los genuinos intereses del pueblo y de la soberanía política y económica de los pueblos y naciones recién libertados.
SIMON BOLIVAR
LIBERTADOR DE COLOMBIA, &., &.
A los pueblos de Colombia
Colombianos:
Habéis presenciado mis esfuerzos para plantear la libertad donde reinaba antes la tiranía. He trabajado con desinterés, abandonando mi fortuna y aun mi tranquilidad. Me separé del mando cuando me persuadí que desconfiabais de mi desprendimiento. Mis enemigos abusaron de vuestra credulidad y hollaron lo que me es más sagrado, mi reputación y mi amor a la libertad. He sido víctima de mis perseguidores, que me han conducido a las puertas del sepulcro. Yo los perdono.
Al desaparecer de en medio de vosotros, mi cariño me dice que debo hacer la manifestación de mis últimos deseos. No aspiro a otra gloria que a la consolidación de Colombia. Todos debéis trabajar por el bien inestimable de la Unión: los pueblos obedeciendo al actual gobierno para libertarse de la anarquía; los ministros del santuario dirigiendo sus oraciones al cielo; y los militares empleando su espada en defender las garantías sociales.
Colombianos! Mis últimos votos son por la felicidad de la patria. Si mi muerte contribuye para que cesen los partidos y se consolide la Unión, yo bajaré tranquilo al sepulcro.

Hacienda de San Pedro, en Santa Marta, a 10 de diciembre de 1830.

Simón Bolívar.
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