Los apagones ya no salvan a los niños de las palizas de sus madres

Hace 90 minutos, eran mas de las 9 de la noche, se fue la luz en mi barrio de Barinas. Todos dicen que a las 11 vuelve. Así pasa casi todas las noches o los días según un riguroso plan de racionamiento.
Cuando se apagó todo hablaba por teléfono con Ana, mi hermana, quien informaba que desde las 7 y hasta las 9 habían estado sin energía, lo que retrasó la elaboración de las hallacas. Por cierto, esto ocurría a metros de la casa materna del Comandante Presidente.
También me comentó, mientras me acostumbraba a la oscuridad y mi madre encendía unas velas, que lo peor era cuando el periódico local donde trabaja en la tarde-noche se queda sin energía. Todas las tareas de edición se retrasan y la jornada se prologa hasta bien entrada la noche.
Por suerte la noche se puso fresca y en la acera del frente tres o cuatro niños rapean alguna canción improvisada sobre el racionamiento eléctrico. Con una pista que reproducen desde un teléfono móvil citan estrofas que dicen que `se va hoy y mañana también`. Parece que es una pieza compuesta durante las ya frecuentes apagadas nocturnas.
En algún momento comienzan a hablar de una estrategia para distraerse con musica durante el apagón. Se ve que saben mucho esos muchachos.
Como a las 10 llamó Daniel, mi hermano que vive en San Cristobal. Le comenté, con asombro aún, que aquí en Barinas no había luz y me respondió casi compasivamente que eso era el racionamiento, y que allá pasaba igual. Agrego que el maneja detalladamente el cronograma de cortes y se había comprado una pequeña planta eléctrica para las ocasiones. Así tenia iluminación y hasta televisión.
Ya son las 11 y en punto llegó la luz. Se escuchó como hace 30 años el rumor de la gente celebrando el regreso de la energía. Aunque ésta vez con menos fuerza porque ya no es una sorpresa.
Vuelvo al Ipaq, luego de apagar las luces que habían quedado encendidas, para terminar la nota.
Ya todos duermen. Hasta los niños vecinos del rapeo. Alguno de ellos recibió una paliza de su madre aun antes de que volviera la luz. Desde mi lado de la acera la oscuridad no me dejó enterarme de lo que había hecho. Posiblemente la frecuencia ha hecho que los apagones pierdan ese encanto de "tiempo muerto" o de receso obligado. Ya no salvan a los niños de los correazos de su mamá enojada.

Publicada en Notas Facebook
El miércoles, 23 de diciembre de 2009 a las 23:29
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