Ella gritó con una súbita nota chillona en la voz, y agitó el
cuerpo, y se contorsionó, y echó atrás la cabeza, y mi boca
quejosa, señores del jurado, llegó casi hasta su cuello desnudo,
mientras sofocaba contra su pecho izquierdo el último latido del
éxtasis más prolongado que haya conocido nunca hombre o monstruo.
Lolita, Vladimir Nabokov
El
cortometraje que presenta M a los oficiales del Cicpc es uno de los
cinco que encontraran en la computadora del profesor H. Después de
una inspección técnica, los oficiales consignan pruebas de tres
computadoras más, una de las cuales es la joya de la corona, “la
plateada”. La máquina que las denunciantes aseguran guarda miles
de fotos y vídeos de estudiantes.
Hubo
una vez que H sentó a M frente a “la plateada” a mirar el vídeo
de una de las estudiantes de la “vieja guardia”. En el
cortometraje, la muchacha se masturbaba mientras vomitaba un texto.
La imagen muestra a H de espalda a la cámara. Su cabeza es la
referencia. El corto termina cuando H se encima sobre la chica. “Esa
computadora no tiene internet, porque temía que se la hackearan”,
explica M.
~
La
causa de las seis estudiantes ha sido ralentizada. La denuncia
inicial ocurrió el 8 de junio. El 11 de septiembre, H golpeó a la
defensora pública de las estudiantes en el pasillo de la fiscalía y
fue encarcelado en El Valle, durante 48 horas, detenido en
flagrancia. Allí, amenazó de muerte a M. Desde entonces, acosa a
las 6 a través de terceros. De terceras, más específicamente. En
este momento, tiene bajo su “cuido” a otras estudiantes,
encargadas de velar por la reputación de H, en la universidad.
La
Universidad. Una profesora, al tanto de los delitos contra las seis
estudiantes, ha intercedido entre sus colegas para que sean
escuchadas. El rector, y luego la rectora, han ignorado sus ruegos.
El último recurso de las estudiantes fue emboscar al ministro en
cuya cartera se inscribe la universidad, para contar lo sucedido. En
ese momento, la rectora “supo” prestar oídos a la denuncia. Lo
cierto es que, al estar siendo investigado, la universidad dice no
poder hacer nada. Uno de los profesores sensibilizados, porque
“imagínate que le hicieran esto a mi hija”, retiró la carga
académica a H, so pretexto que el profesor H está cumpliendo
labores en un medio de comunicación público.
~
M
estuvo bajo los influjos de H por cinco años, desde los 19. Durante
los cuales fue golpeada, abusada, acosada, grabada, fotografiada,
bajo condiciones de sumisión. M vivió en casa de H. El profesor
asegura que fue pareja de la estudiante, situación que según él lo
excusaría de sus abusos. M, lo niega. A través de las redes, H se
muestra en fotografías con la mujer que vive (su compañera, según
todas las denunciantes) y junto a su familia, aunque ambos testifican
no tener ninguna relación sentimental entre ellos. H, estaría
siendo investigado -entre otros delitos- por abuso piscológico, que,
de ser comprobado, solo acarrearía talleres para “mejorar” la
conducta del profesor.
¿Qué
hace H con los cortometrajes? ¿Quién financia la producción? El
profesor le promete a las estudiantes enviar las películas a
festivales internacionales de cine. Pero no hay prueba de que lo haya
hecho, porque enviar los cortos implica pagar por ello, y M duda de
la calidad de un trabajo que califica como pornográfico. Una de las
veces que la golpeó, ella le preguntaba ¿cuál era la diferencia
entre erotismo y pornografía? “Por supuesto que no respondió”,
se explica M.
Detalla:
“mi corto se hizo con los implementos de los estudiantes: sus
cámaras, su maquillaje, en la casa de H. Pero el vídeo de B se hizo
con cámaras profesionales”. La diferencia de tiempo entre un corto
y otro fue un semestre, en 2017. ¿De dónde salieron los equipos
nuevos? ¿Con qué sueldo pagaría H todas sus computadoras,
micrófonos, cámaras? Según la estudiante, es muy probable que el
profesor estuviera negociando la venta del material pornográfico con
empresarios panameños, posibles financistas, sin el consentimiento
de ninguna de las participantes.
Fuentes
policiales, que prefieren el anonimato, aseguran que la fiscalía que
lleva el caso pretende torcer los caminos y enmascarar la posible
conformación de una red de distribución y comercialización de
pornografía, que acarrearían hasta 20 años de prisión para el
profesor H. La violencia contra la mujer solo sería una causa
instrumental.
Al
final, los policías han ayudado a las denunciantes. Han solicitado
al Ministerio Público orden de aprehensión contra el profesor H, en
dos oportunidades. Y ambas han sido negadas.
~
En
la preparación de uno de los últimos cortometrajes, M conoció a C.
Se enamoraron. H lo consideró una traición. Dijo a C que “no
mataba a M porque él no era un misógino”. C se asustó. Todo se
le cae de las manos cuando lo ve. La salud de M es frágil y se cae
de las manos también. Antes de que se desplomara el castillo de
naipes, M dejó al profesor H ir hasta su casa. Estuvo desde la seis
de la tarde hasta la seis de la mañana del día siguiente,
amenazándola con tirarse por la ventana, con cortarse las venas.
“Tuve que hacer mucha fuerza para que no lo lograra”. Después de
aquella escena, se encontraron nuevamente en el trabajo, en el que H
era jefe de M. “Yo sé que necesitas el dinero”, convenció a la
estudiante. El día que M llegó tarde porque estaba enferma, H entró
en cólera e hizo salir a todos de la oficina de aquel medio público.
Bramó. Pero antes de que sucediese algo peor, M actuó por primera
vez en defensa propia. H “detesta ser expuesto”. M crujió, hasta
que un grito abrió las puertas. Y así fue que pudo escapar. En las
próximas horas, H haría un escándalo en un café del centro de la
ciudad cuando encontrara a las estudiantes M y C, sentadas en una
mesa del local. “No las mato porque no soy un misógino, malditas
mentirosas”.
M
redactó el trabajo de ascenso del profesor H, un texto que habla
sobre cómo los humanos juegan a ser dioses y se reconstruyen
mediante los avances tecnológicos, avances que luego se revierten en
contra de su propia humanidad, un encuentro con el hijo de Mary
Shelley.
No
todas las denunciantes fueron fotografiadas, ni videograbadas. Todas
fueron abusadas. C, se consideró su “llavero”, término con el
que señalan a la chica de turno, aquella que lleva y trae la maleta,
compra el café, elabora las clases, es asistente, preparadora, “su
luz” (otra), mejor amiga. Llegó a poner en duda sus propio aliento
en manos de H. “Es un manipulador”.
El
amor entre M y C las ha salvado y, a la vez, las ha expuesto a la
furia del “traicionado” por la mujer hermosa.
~
Después
de cinco años, M se habla con su mamá. “Yo estoy segura de que
entre esas muchachas (las denunciantes), tú no estás, porque tú si
le meterías un coñazo a un tipo como ése”, le dijo la madre a la
hija. Excepto una madre de las denunciantes, ninguna sabe lo que
sufren sus hijas. H las protegía de la hipocresía de las
instituciones como la familia y de los hombres, “quienes no les
permitían desarrollarse como mujeres”. Solo él, sabía y podía.
E,
es una nueva Lolita y sería la otra mujer de H, ahora. Con sus
recién cumplidos 20 años, la estudiante vive intermitentemente en
la misma casa con el profesor y su mujer “de siempre” (la de
trastornos por déficit de atención). Trabaja para H en el canal
público. Recientemente, habría grabado un corto en el que
representa a una niña de 15 años, en un trío sexual. Y, ha sido su
esclava desde 2014, “su mano derecha”, pero no prospera porque es
“negra”, al decir de H. Ella, se mantiene. Se van pocas, otras
quedan, muchas llegan.
~
Ninguna
de las seis denunciantes ha recibido atención psicológica del
Estado, además de las expertas que las vieran para determinar que,
efectivamente, están diciendo la verdad y han sido abusadas. Este
trabajo recurre a siglas para nombrar a las víctimas del profesor H,
y contar el modus operandi del “loco”, como le llaman. Es muy
probable que haya una inicial para cada “sierva” en las 27 letras
del abecedario, y por cada grafema varias presas.
De
comprobarse su participación en una red de pornografía donde
expone, sin autorización la integridad de sus estudiantes, además
de misógino, H sería un delincuente. Y como en toda red, caerían
como fichas de dominó sus colaboradores.
El
primero en romper el pacto sería el profesor H. Mentiría y usaría
“la luz” de sus estudiantes a cambio de divisas. La idea, el
espíritu de la idea, se le cayó de las manos y ahora es el cuerpo
deforme de una mujer hecha con los pedazos de muchas, que trata de
arrancar el velo a su doctor Frankenstein.
~
Se
cambiaron los nombres por siglas, para proteger la identidad de las
participantes en esta historia. Es la tercera parte de una pesadilla.
El objetivo de contar lo sucedido, además de acelerar los ritmos
burocráticos de la justicia, consiste en alertar a otras niñas y
mujeres sobre las formas en las que actúan los depredadores y dar el
primer paso para desentrañar las redes de la pornografía local. La
sociedad los pare. La sociedad los debe abortar.
EL
PACTO III
Por
Indira Carpio Olivo
Ella gritó con una súbita nota chillona en la voz, y agitó el
cuerpo, y se contorsionó, y echó atrás la cabeza, y mi boca
quejosa, señores del jurado, llegó casi hasta su cuello desnudo,
mientras sofocaba contra su pecho izquierdo el último latido del
éxtasis más prolongado que haya conocido nunca hombre o monstruo.
Lolita, Vladimir Nabokov
El
cortometraje que presenta M a los oficiales del Cicpc es uno de los
cinco que encontraran en la computadora del profesor H. Después de
una inspección técnica, los oficiales consignan pruebas de tres
computadoras más, una de las cuales es la joya de la corona, “la
plateada”. La máquina que las denunciantes aseguran guarda miles
de fotos y vídeos de estudiantes.
Hubo
una vez que H sentó a M frente a “la plateada” a mirar el vídeo
de una de las estudiantes de la “vieja guardia”. En el
cortometraje, la muchacha se masturbaba mientras vomitaba un texto.
La imagen muestra a H de espalda a la cámara. Su cabeza es la
referencia. El corto termina cuando H se encima sobre la chica. “Esa
computadora no tiene internet, porque temía que se la hackearan”,
explica M.
~
La
causa de las seis estudiantes ha sido ralentizada. La denuncia
inicial ocurrió el 8 de junio. El 11 de septiembre, H golpeó a la
defensora pública de las estudiantes en el pasillo de la fiscalía y
fue encarcelado en El Valle, durante 48 horas, detenido en
flagrancia. Allí, amenazó de muerte a M. Desde entonces, acosa a
las 6 a través de terceros. De terceras, más específicamente. En
este momento, tiene bajo su “cuido” a otras estudiantes,
encargadas de velar por la reputación de H, en la universidad.
La
Universidad. Una profesora, al tanto de los delitos contra las seis
estudiantes, ha intercedido entre sus colegas para que sean
escuchadas. El rector, y luego la rectora, han ignorado sus ruegos.
El último recurso de las estudiantes fue emboscar al ministro en
cuya cartera se inscribe la universidad, para contar lo sucedido. En
ese momento, la rectora “supo” prestar oídos a la denuncia. Lo
cierto es que, al estar siendo investigado, la universidad dice no
poder hacer nada. Uno de los profesores sensibilizados, porque
“imagínate que le hicieran esto a mi hija”, retiró la carga
académica a H, so pretexto que el profesor H está cumpliendo
labores en un medio de comunicación público.
~
M
estuvo bajo los influjos de H por cinco años, desde los 19. Durante
los cuales fue golpeada, abusada, acosada, grabada, fotografiada,
bajo condiciones de sumisión. M vivió en casa de H. El profesor
asegura que fue pareja de la estudiante, situación que según él lo
excusaría de sus abusos. M, lo niega. A través de las redes, H se
muestra en fotografías con la mujer que vive (su compañera, según
todas las denunciantes) y junto a su familia, aunque ambos testifican
no tener ninguna relación sentimental entre ellos. H, estaría
siendo investigado -entre otros delitos- por abuso piscológico, que,
de ser comprobado, solo acarrearía talleres para “mejorar” la
conducta del profesor.
¿Qué
hace H con los cortometrajes? ¿Quién financia la producción? El
profesor le promete a las estudiantes enviar las películas a
festivales internacionales de cine. Pero no hay prueba de que lo haya
hecho, porque enviar los cortos implica pagar por ello, y M duda de
la calidad de un trabajo que califica como pornográfico. Una de las
veces que la golpeó, ella le preguntaba ¿cuál era la diferencia
entre erotismo y pornografía? “Por supuesto que no respondió”,
se explica M.
Detalla:
“mi corto se hizo con los implementos de los estudiantes: sus
cámaras, su maquillaje, en la casa de H. Pero el vídeo de B se hizo
con cámaras profesionales”. La diferencia de tiempo entre un corto
y otro fue un semestre, en 2017. ¿De dónde salieron los equipos
nuevos? ¿Con qué sueldo pagaría H todas sus computadoras,
micrófonos, cámaras? Según la estudiante, es muy probable que el
profesor estuviera negociando la venta del material pornográfico con
empresarios panameños, posibles financistas, sin el consentimiento
de ninguna de las participantes.
Fuentes
policiales, que prefieren el anonimato, aseguran que la fiscalía que
lleva el caso pretende torcer los caminos y enmascarar la posible
conformación de una red de distribución y comercialización de
pornografía, que acarrearían hasta 20 años de prisión para el
profesor H. La violencia contra la mujer solo sería una causa
instrumental.
Al
final, los policías han ayudado a las denunciantes. Han solicitado
al Ministerio Público orden de aprehensión contra el profesor H, en
dos oportunidades. Y ambas han sido negadas.
~
En
la preparación de uno de los últimos cortometrajes, M conoció a C.
Se enamoraron. H lo consideró una traición. Dijo a C que “no
mataba a M porque él no era un misógino”. C se asustó. Todo se
le cae de las manos cuando lo ve. La salud de M es frágil y se cae
de las manos también. Antes de que se desplomara el castillo de
naipes, M dejó al profesor H ir hasta su casa. Estuvo desde la seis
de la tarde hasta la seis de la mañana del día siguiente,
amenazándola con tirarse por la ventana, con cortarse las venas.
“Tuve que hacer mucha fuerza para que no lo lograra”. Después de
aquella escena, se encontraron nuevamente en el trabajo, en el que H
era jefe de M. “Yo sé que necesitas el dinero”, convenció a la
estudiante. El día que M llegó tarde porque estaba enferma, H entró
en cólera e hizo salir a todos de la oficina de aquel medio público.
Bramó. Pero antes de que sucediese algo peor, M actuó por primera
vez en defensa propia. H “detesta ser expuesto”. M crujió, hasta
que un grito abrió las puertas. Y así fue que pudo escapar. En las
próximas horas, H haría un escándalo en un café del centro de la
ciudad cuando encontrara a las estudiantes M y C, sentadas en una
mesa del local. “No las mato porque no soy un misógino, malditas
mentirosas”.
M
redactó el trabajo de ascenso del profesor H, un texto que habla
sobre cómo los humanos juegan a ser dioses y se reconstruyen
mediante los avances tecnológicos, avances que luego se revierten en
contra de su propia humanidad, un encuentro con el hijo de Mary
Shelley.
No
todas las denunciantes fueron fotografiadas, ni videograbadas. Todas
fueron abusadas. C, se consideró su “llavero”, término con el
que señalan a la chica de turno, aquella que lleva y trae la maleta,
compra el café, elabora las clases, es asistente, preparadora, “su
luz” (otra), mejor amiga. Llegó a poner en duda sus propio aliento
en manos de H. “Es un manipulador”.
El
amor entre M y C las ha salvado y, a la vez, las ha expuesto a la
furia del “traicionado” por la mujer hermosa.
~
Después
de cinco años, M se habla con su mamá. “Yo estoy segura de que
entre esas muchachas (las denunciantes), tú no estás, porque tú si
le meterías un coñazo a un tipo como ése”, le dijo la madre a la
hija. Excepto una madre de las denunciantes, ninguna sabe lo que
sufren sus hijas. H las protegía de la hipocresía de las
instituciones como la familia y de los hombres, “quienes no les
permitían desarrollarse como mujeres”. Solo él, sabía y podía.
E,
es una nueva Lolita y sería la otra mujer de H, ahora. Con sus
recién cumplidos 20 años, la estudiante vive intermitentemente en
la misma casa con el profesor y su mujer “de siempre” (la de
trastornos por déficit de atención). Trabaja para H en el canal
público. Recientemente, habría grabado un corto en el que
representa a una niña de 15 años, en un trío sexual. Y, ha sido su
esclava desde 2014, “su mano derecha”, pero no prospera porque es
“negra”, al decir de H. Ella, se mantiene. Se van pocas, otras
quedan, muchas llegan.
~
Ninguna
de las seis denunciantes ha recibido atención psicológica del
Estado, además de las expertas que las vieran para determinar que,
efectivamente, están diciendo la verdad y han sido abusadas. Este
trabajo recurre a siglas para nombrar a las víctimas del profesor H,
y contar el modus operandi del “loco”, como le llaman. Es muy
probable que haya una inicial para cada “sierva” en las 27 letras
del abecedario, y por cada grafema varias presas.
De
comprobarse su participación en una red de pornografía donde
expone, sin autorización la integridad de sus estudiantes, además
de misógino, H sería un delincuente. Y como en toda red, caerían
como fichas de dominó sus colaboradores.
El
primero en romper el pacto sería el profesor H. Mentiría y usaría
“la luz” de sus estudiantes a cambio de divisas. La idea, el
espíritu de la idea, se le cayó de las manos y ahora es el cuerpo
deforme de una mujer hecha con los pedazos de muchas, que trata de
arrancar el velo a su doctor Frankenstein.
~
Se
cambiaron los nombres por siglas, para proteger la identidad de las
participantes en esta historia. Es la tercera parte de una pesadilla.
El objetivo de contar lo sucedido, además de acelerar los ritmos
burocráticos de la justicia, consiste en alertar a otras niñas y
mujeres sobre las formas en las que actúan los depredadores y dar el
primer paso para desentrañar las redes de la pornografía local. La
sociedad los pare. La sociedad los debe abortar.
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