#BalanceDerrota / Pero tenemos “cambio”… / Luis Salas Rodriguez
Una vez establecida la nueva mayoría oposicionista en la Asamblea Nacional, el mismo día después, FEDECAMARAS ha sido una de las primeras en plantearle exigencias. En lo concreto, le pide la derogación de la actual Ley del Trabajo y la de Precios Justos. También salió al ruedo la Cámara Inmobiliaria, exigiendo se deroguen las leyes de arrendamiento y de tierras urbanas. La velocidad de la misma recuerda a la de la Asociación Bancaria cuando El Carmonazo, siendo que él único decreto que le dio tiempo a Carmona de firmar durante el golpe de Estado de 2002, fue el del retorno de los créditos indexados.
La exigencia de FEDECAMARAS sin embargo no es nueva. La viene haciendo recurrentemente y ha intentado por todas las vías que la saliente AN se la cumpliera. Nunca encontró realmente eco. Pero ese ya no será desde luego el cuadro.
Y es un tema clave este, pues más allá de la retórica del “cambio”, lo que se anuncia es un porvenir en el corto y mediano plazo donde muy difícilmente será la paz, la reconciliación, la estabilidad o el crecimiento económico, lo que nos aguarde.
En lo concreto los planes del oposicionismo son los siguientes: no dejar gobernar al presidente Maduro y acabar con su mandato; dejar impune crímenes que se han cometido contra vida de venezolanos y venezolanas así como contra la República mediante una ley de “amnistía” y “reconciliación”; borrar todo vestigio de chavismo, incluyendo el cuerpo del presidente Chávez; desandar todo o andado en política económica para solucionar la “crisis” actual.
En efecto, la estrategia de marketing político del oposicionismo se ha basado en capitalizar el malestar que sus propias acciones bien violentas o bien de sabotaje económico generan. Y para esto posicionó en el imaginario colectivo la idea del “cambio” así como en su momento lo hizo con “La Salida”. Pero para esto ha sido necesario que la oferta sea sólo “cambiar”, sin especificar mucho en “cambiar” cuál o tal cosa pero sobre todo cómo hacerlo. Y no lo hacen porque esto último implica proponer acciones concretas y por tanto exponerlas y explicarlas, con lo cual corren el riesgo de que lo que tienen preparado no sea justamente lo que la gente reclama sino, de hecho, justo lo contrario. Es como lo que pasa con el champú “anticaspa” pero con consecuencias fatales. Si a la gente le dijeran que el champú “anticaspa” no es exactamente tal, es decir, que no elimina la caspa sino que la administra en la medida en que se mantenga eternamente comprándolo, no se vería tan animada a hacerlo. De la misma manera, si dentro del oposicionismo existiese un electorado que exigiera (no digamos pensando en el futuro del país, sino incluso egoístamente en el de ellos mismos y sus familias) que más allá de las consignas con las que todo el mundo está de acuerdo, se le dijera cómo, para qué y cuáles son las ventajas y peligros de las propuesta de “cambio” que les vendieron y ahora buscan imponerle al reto, la cosa hoy tal vez sería distinta.
Pero sea como sea lo cierto es que tarde o temprano el “cambio” se tiene igual que materializar. Y como toda cosa que se materializa en contextos como estos, tiene efectos concretos. Y todo apunta a que gracias a tales efectos los propios votantes del “cambio” saldrán en su gran mayoría tan terriblemente perjudicados como los que no.
De tal suerte, las exigencias de FEDECAMARAS apuntan a dos cosas: de un lado, dejar definitivamente en poder de los especuladores la facultad de imponer los precios. Y del otro, rebajar los costos laborales para que las ganancias de dichos especuladores sean aún mayores. Incluyendo entre las formas de rebajar los costos la eliminación la inamovilidad laboral para que los trabajadores y trabajadoras, ante la amenaza concreta del despido, se vean más “motivados” a trabajar por menores salarios y beneficios. Si a esto se le suma la eliminación de los subsidios (a la gasolina por ejemplo), la privatización de servicios públicos, la subida de las tarifas públicas y el impacto inflacionario del ajuste cambiario tan ansiado por los especuladores para ver multiplicar sus ganancias en bolívares, tendremos el cuadro completo: serán los trabajadores y trabajadoras los que terminarán siendo sacrificados, los que a lo mejor –y solo a lo mejor- ya no tendrán que hacer más colas para comprar bienes de primera necesidad, pero no porque estos abunden en cantidad, sino porque sus precarizados salarios -en el caso de aquellos que sigan percibiéndolos- no les alcanzarán para comprarlos.
Pero lo más paradójico es que estas medidas en lo inmediato terminarán afectando también negativamente a los propios comerciantes y empresarios: pues el abaratamiento del costo laboral vía precarización salarial y vía aumento de los precios, se traducirá en una caída del poder adquisitivo de la población y por tanto del consumo. La caída del consumo se reflejará en una caída de sus ganancias, la caída de las ganancias en una caída de la recaudación impositiva, la caída de la recaudación impositiva impactará negativamente en el presupuesto público ahondando el déficit fiscal. A más déficit fiscal seguirán nuevos recortes, todo lo cual hará que caigamos aún más profundo en la recesión que la guerra económica ya ha causado. No es ánimo catastrofista, además de simples matemáticas es solo un poco de sentido común acompañado de un simple estar medianamente enterados de la historia reciente nuestra y de lo que está comenzando a pasar en Argentina donde también ha triunfado el “cambio”.
Es de suponer que cuando eso pase, sin embargo, el departamento de marketing de la MUD inventará una nueva consigna para uso de los suyos, la cual dirá algo más o menos así: “ya hay papel tualet y pollo, pero no puedo comprarlo porque el sueldo no me alcanza o estoy desempleado. ¡Pero qué importa: tenemos cambio!”
Originalmente escrito para el semanario 4-F.
Vea la fuente de esta nota en https://surversion.wordpress.com/2015/12/08/pero-tenemos-cambio/
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