Porras desarrolla su texto en torno a tres puntos, 1) el liderazgo personal del presidente Maduro, 2) la necesidad del pragmatismo en materia económica y 3) la construcción de una mayoría amplia a partir del reconocimiento de los valores de la "clase media".
Muy puntualmente registro mis aportes a la discusión.
1.- El liderazgo personal del presidente Nicolás Maduro no está ni nunca ha estado sometido a cuestionamiento.
Es el Jefe, y esa es la posición "firme, plena, como la luna llena, irrevocable, absoluta (...)" de todo el chavismo.
Porras resiente que se pretende (a su juicio) limitar a Maduro a ser el garante del legado de Chávez y se le niega el derecho de ser el jefe político del chavismo y a imprimirle un carácter personalista a ese papel. Eso ocurriría en un contexto en que se impone una visión de dirección colectiva del proceso de transformación.
Porras resiente que se pretende (a su juicio) limitar a Maduro a ser el garante del legado de Chávez y se le niega el derecho de ser el jefe político del chavismo y a imprimirle un carácter personalista a ese papel. Eso ocurriría en un contexto en que se impone una visión de dirección colectiva del proceso de transformación.
Sin embargo el hecho verificable es que el liderazgo personal no es contradictorio con respecto a la necesidad de una dirección colectiva de la Revolución, cuya construcción ha sido una de las tareas a la que Maduro ha dedicado más tiempo desde el inicio de su mandato.
Eso se ha expresado nítidamente en la continuación de la conformación de los estados mayores sectoriales, la formación del Alto Mando Político de la Revolución y los debates abiertos con los distintos factores políticos y sociales que integran el bloque revolucionario así como su inclusión en los órganos y mecanismos para la toma de decisiones.
Igualmente Maduro hace constantes llamados a la crítica y a la formulación de propuestas para su gestión de gobierno. La crítica ha sido muchas veces descarnada, dura y poco comprensiva en algunos casos, sin que ello se traduzca en una condena a priori. Por el contrario, se ha desarrollado por la vía de la confrontación política y conceptual o se ha diluido, por impertinente, sin consecuencias para sus promotores.
Igualmente Maduro hace constantes llamados a la crítica y a la formulación de propuestas para su gestión de gobierno. La crítica ha sido muchas veces descarnada, dura y poco comprensiva en algunos casos, sin que ello se traduzca en una condena a priori. Por el contrario, se ha desarrollado por la vía de la confrontación política y conceptual o se ha diluido, por impertinente, sin consecuencias para sus promotores.
A esto habría que agregar el modelo de gestión del Gobierno de Calle hasta llegar al esquema de la Conferencia de Paz que se ha traducido en el reconocimiento de Maduro por parte, incluso, de los factores más extremistas de la oposición (recuerden a Smolansky),
Sin duda el impulso de las instancias de dirección colectiva obedece a un rasgo personal del presidente Maduro, a su percepción personalísima de que ese es modelo más eficaz de garantizar la estabilidad política. Y por otro lado a una actuación decididamente pragmática para definir acuerdos y alianzas en un momento histórico complejo y exigente.
¿Y quién puede negar que el pragmatismo desplegado por Maduro hasta ahora, ha sido acertado y eficaz para defender la estructura institucional de esta Revolución?
¿Y quién puede negar que el pragmatismo desplegado por Maduro hasta ahora, ha sido acertado y eficaz para defender la estructura institucional de esta Revolución?
2,. La necesidad del pragmatismo en materia económica debe haber sido uno de los primeros atributos de nuestra Revolución. Fue pragmático Chávez y lo ha sido Maduro sin titubeos y quiza con mayor generosidad.
El problema, como lo propone Porras, es que deja la impresión de que eso que llama pragmatismo no es otra cosa sino una forma distinta de converncernos de la inevitabilidad de la aplastante lógica del capital.
Es decir, hay que dejar por ahora (en un por ahora que siempre se prolonga) las tareas de la construcción de la transición hacia el socialismo, independientemente de lo acertadas que puedan ser. Y hay que dedicarse a "tomar las acciones coyunturales apropiadas" para corregir los "grandes desequilibrios macroeconómicos" que nos acechan.
Agrega que se debe hacer "el esfuerzo de manejar la economía tal y como es hoy, y no como quisiéramos que fuera en un mundo que aún no existe": y nos recuerda que aún vivimos en capitalismo.
Eso implica, tal como lo precisa una anécdota con Pepe Mujica sobre la producción de alimentos (que relata en la nota), que se deben establecer acuerdos con la burguesía local para garantizar el abastecimiento en lugar de recurrir a la importación.
El problema aquí es que, como lo plantea Porras, la falta de producción de alimentos (y los otros desequilibrios macroeconómicos) no son una consecuencia de la lógica del capital sino de la misma aplicación de medidas inclusivas que son parte de la estrategia bolivariana de transición al socialismo.
Y la anécdota de Mujica, otra vez, no deja duda: "mientras él (el ministro de Agricultura interpelado) se estaba ocupando de construir el socialismo en el campo, los venezolanos nos estábamos alimentando de cereales importados".
Es decir, la culpa del desabastecimiento sería culpa del "desacertado" modelo de construcción del socialismo y no de las perversiones propias del capitalismo.
Visto de este modo parece consistente asumir que superar los desequilibrios macroeconómicos obliga, desde una perspectiva revolucionaria, a afinar la puntería para golpear el modo como funciona el capital.
La solución no es (como plantea Porras) esperar que la burguesía agraria y la agroindustrial nos resuelvan la crisis de desabastecimiento sino que, con la participación activa de los campesinos y los trabajadores, se impulse un modelo que, siendo alternativo y anticapitalista, logre la eficiencia productiva y la transparencia que requiere la sociedad.
3.- La construcción de una mayoría amplia a partir del reconocimiento de los valores de la "clase media" es la última de las propuestas que formula Porras en su nota.
Este punto, el de la mayoría, es y ha sido medular para el proceso iniciado en 1994 por el comandante Chávez.
Sin esa mayoría amplia no se habría reconocido su triunfo en 1998 ni la legitimidad de la constituyente ni la propia Constitución. Tampoco habría regresado tras el golpe de abril ni ganado el referendo. En fin, sin esa mayoría no habría Revolución.
El problema, otra vez, es que plantearnos la construcción de una mayoría a partir de los paradigmas fundamentales de la dominación no sirve. La noción de "clase media" (categoría sobre la cual Porras ni siquiera reflexiona), es un producto ideológico de la burguesía para construirle una base social al capitalismo.
No se trata del tradicional concepto de pequeña burguesía, más relacionado con los sectores que actúan como mediadores entre la burguesía y los trabajadores, sino de un recurso para vincular las expectativas y las posibilidades de un extensa capa social a los intereses de sus dominadores y explotadores.
En la medida que ese nexo, fabricado por la superestructura y la mediática, no sea develado, cualquier actuación de la Revolución y del gobierno bolivariano será interpretado como un ataque a la "clase media".
Por eso defienden el "derecho" de colegios y clínicas a cobrarles lo que les de la gana. O atribuyen al gobierno las ineficiencias del sector privado o asumen que los controles de precios son responsables de la escasez. Son los mismos que aplauden a Lorenzo Mendoza cuando avisa o amenaza con cerrar las fábricas de pasta si el gobierno no les entrega los dólares que pide, o a los banqueros prófugos que los dejaron en la quiebra. Así los ejemplos abundan, por lo que pretender obtener una mayoría coqueteando con esos valores no tiene ningún sentido.
Sin embargo, no es menos cierto que debe definirse una estrategia para decirle a esa gente, tanto a los sectores medios categorizados en el estrato C, como los sectores populares de estrato D y E (que vienen siendo seducidos por esa visión de lo concreto), que son unos simples explotados.
Eso, en una onda pragmática, podría traducirse en la definición de programas sociales que ofrezcan certezas de vida, como acceso al sistema educativo, garantía de cobertura médica, disponibilidad de recursos de académicos y tecnológicos requeridos para la producción de conocimiento, entre otros.
En todo caso la nota de Temir Porras revela una preocupación legítima sobre el estado de la Revolución. Y su propuesta dificilmente podría descartarse como opción para superar condiciones materiales y políticas que son consecuencia directa de la "guerra económica".
Por mi parte preferiría una opción igualmente "pragmática" que incluya:
a) Definición de un plan económico orientado a recuperar los equilibrios macroeconómicos (precios, cambiarios y financieros) construido en forma colectiva, con transparencia y postura militante.
b) Devolverle a los campesinos y productores agrarios el protagonismo en el abastecimiento de alimentos. Ellos producen comida mientras que la agroindustria sólo produce harinas y grasas.
c) Construir una red popular permanente de distribución de alimentos no procesados o procesados artesanalmente, que incluya establecimientos formales en comunidades populares y móviles informales en cada calle de las ciudades. Estos puntos de suministro serían de propiedad comunal, familiar, privada o mixta.
d) Abrir la opción de realizar importaciones de bienes esenciales e insumos fundamentales a colectivos de productores, organizaciones de consumidores y asociaciones de usuarios con necesidades especiales como medicamentos.
e) Reactivar el comercio vecinal, comunal y ciudadano fomentando el uso de espacios urbanos en horas nocturnas, entre 8 y 12 de la noche, para la distribución de alimentos elaborados y productos artesanales de vestir.
f) Reforzar y ampliar los programas de transporte colectivo, tanto los promovidos por el Estado como los privados y comunitarios con el fin desplazar el uso de vehículos particulares y garantizar la cobertura nocturna al menos hasta las 12 de la noche.
g) Enfrentar el paro vespertino y de fines de semanas de comercios y prestadores de servicios formales a partir de la entrada en vigencia de la jornada laboral de la nueva Ley del Trabajo. Aplicar medidas sancionatorias y algunos estímulos según sea el caso. Esto debe aplicarse especialmente en los cascos centrales, vías principales y espacios recuperados de las ciudades.
h) Combate a la corrupción en forma contundente y en todos los escenarios,
i) Reactivación de todas las plantas de producción de alimentos del Estado bajo control obrero y comunal y con indicadores de operación disponibles en forma pública.
j) Relanzar las misiones educativas y reactivar las aldeas universitarias en el marco de la Misión Sucre. Y profundizar en la consolidación de un sistema de ingreso a la educación universitaria que ofrezca oportunidades y garantía de transparencia a todos los aspirantes.
k) Creación de una bolsa de trabajo pública donde concurran los organismos del Estado, empresas privadas y mixtas y organizaciones comunales en busca de trabajadores profesionales y especializados egresados de las misiones educativas y universidades públicas.
l) Recuperar los niveles iniciales de los servicios de Barrio Adentro I y II (consultorios y CDI) que disponían de especialistas en tres áreas esenciales: medicina interna (intensivistas), cirugía y traumatología.
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