Tal es la pregunta que se hizo Vladímir Ilich Ulianov —mejor
conocido como Lenin— entre finales de 1901 y principios de 1902 y que dio
origen a un discreto pero trasformador libro publicado en febrero de ese año. Lenin
hace un balance de la coyuntura y presenta allí propuestas concretas en torno a
la organización y la estrategia que debe seguir un movimiento revolucionario. El
título es tomado de la novela homónima de Nikolai Chernishevski, escrita en
1862, de enorme influencia entre los revolucionarios rusos de la época.
Tejido geo político
En un
contexto mundial en que China y Rusia se ven hoy, de facto, forzadas a confrontar
económica, comercial y hasta militarmente el cada vez más codicioso expansionismo
occidental, a Venezuela —y a América Latina en su conjunto— no nos queda mejor
opción que alinearnos a este nuevo bloque.
Urge en tal
sentido comunicar eficazmente a toda la población venezolana que estamos de
hecho en el contexto de una nueva guerra fría. Una nueva, despiadada y
sanguinaria guerra de escala mundial que no ha sido declarada ni azuzada por
Venezuela, sino por el gran complejo industrial-militar-económico y mediático
capitalista-terrorista.
Nos
desplazamos aceleradamente hacia un gran choque civilizatorio al que hemos sido
arrastrados por la mega-crisis general del desahuciado y guerrerista sistema
capitalista. Un sistema que, desesperado busca transferir y hacer pagar su orgía
financiera terminal al resto del planeta. Fundamentalmente por la crisis bancaria
desatada tras los “rescates” criminales otorgados a los bancos privados auto quebrados
de Inglaterra, Francia y EE.UU.
Tras los
sucesos del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York y, más reciente, tras los
atentados en París de 2015 es claro cómo Occidente afila nuevos esquemas de
dominación para desplegar su nuevo arsenal simultáneamente político, jurídico,
económico, comercial, discursivo, mediático, cultural, policial-militar y de la
institucionalidad internacional para restaurar un nuevo engendro de hiper-capitalismo
ultra-neoliberal, a sangre y fuego.
En tal contexto, la construcción
de los enemigos externo e interno al bloque imperial euro-estadounidense es imprescindible
para justificar una réplica cada vez más autoritaria y hasta militar a toda
contestación a la nueva dictadura capitalista global. Tal tendencia anuncia una
creciente dinámica de “estado de excepción” y de “guerra global y permanente”
en la que Afganistán, Irak, Libia, Mali, Siria, Yemen y Honduras —entre otros casos
recientes— no son sino globos de ensayo, cuyas modalidades de desestabilización
y reducción pueden y van a ser desplegadas, con variantes, en el resto del
planeta en resistencia.
Occidente, es decir, EE.UU. y la
Unión Europea precisan recobrar su supremacía política y económica sobre
América Latina —y principalmente sobre Venezuela— a fin de usar dicho factor
estratégico de presión energético y geopolítico sobre los bloques rivales emergentes,
léase, Unasur, Mercosur, los BRICS y, muy especialmente, sobre China y Rusia.
En el cuadro de este nuevo intento
de reconfiguración del mapa del capitalismo global, comandado por EE.UU.,
Europa Occidental ha consentido ser convertida de hecho en el portaaviones de
una nueva guerra fría contra Rusia, África y Oriente Medio, explayándose
asimismo hacia la región del Asia/ Pacífico y virtualmente también hacia
América Latina. El objetivo estratégico de esta guerra es preservar el dominio
de la economía y el comercio mundial occidental como armas para impedir o, al
menos retardar la emergencia económico-comercial del bloque de los Brics y primordialmente
de China como nuevo hegemón mundial.
Por tal razón, desde fines de la
década del 90, el Departamento de Estado de Estados Unidos tramita imponer una
estrategia global baautizada como “Full Spectrum Dominance” o "Dominio de
Espectro Total". Dicha estrategia reserva a los países de la Unión Europea
una posición subalterna a cambio de garantizarles protección militar, económica
y privilegios comerciales. Esta estrategia de sobrevivencia conjunta Euro-estadounidense
es lo que explica la reciente suscripción de los tratados conocidos como Asociación
Transpacífica (Trans-Pacific Partnership), Asociación Transatlántica (TPP), Transatlantic
Trade and Investment Partnership (TTIP) y el Tratado
de Comercio de los Servicios (TISA). No obstante, Europa también teme las secuelas económicas,
geopolíticas y ecocidas de una nueva hegemonía estadounidense, razón por la
cual mide y sopesa cada movimiento en atención a sus propios intereses.
Pero
para concretar esta estrategia global es imprescindible para EE.UU. tomar no sólo
control político de las principales naciones con fuentes de materias primas, comercio
y biodiversidad de América Latina, cuanto que abatir los diversos imaginarios
nacionalistas, progresistas y eco-socialistas en nuestra región y
particularmente en Brasil, Colombia, Cuba, Argentina, Ecuador, Bolivia,
Nicaragua y Venezuela. Implosionar el naciente ensayo progresista
latinoamericano —y muy particularmente el de Venezuela— tendría para Occidente parecida
utilidad al desplome de la Unión Soviética durante la década del 80. Para
lograrlo, como hicieron contra el gobierno de Salvador Allende en Chile, no
escatiman imponer una política de desplome inducido del precio de las materias
primas, la depreciación artificial del signo monetario, el sabotaje de la producción,
la inversión, las exportaciones y el comercio.
Hoy
en día adicionan el empleo de la parapolítica y la mercenarización de las
relaciones sociales (paramilitarismo, delincuencia organizada, narcotráfico,
juegos de invite y azar, y la insensibilización mediante la colonización ideológica
desde la dictadura televisual y de las redes sociales apertrechada de programación
basura y de nuevas modalidades de pornografía, amén de un vasto arsenal de videojuegos
degradantes y violentos, especialmente ideados para insensibilizar a los más
chicos. Un nuevo arsenal estético simbólico dirigido a recolonizarnos, distraernos, insensibilizarnos,
aburguesarnos, desclasarnos, desarraigarnos, degradarnos y deshumanizarnos.
Venezuela ante esta nueva guerra
Nos
permitimos mapear este grueso recuadro de comprensión de la coyuntura, entre
otras cosas, para cuestionar la tesis respecto de que la continuidad del chavismo
y la viabilidad del camino al socialismo en Venezuela, pende de la mera
adopción de medidas de corte neo-keynesiano o neo-populista, ora que las mismas
beneficien a los sectores populares o las capas medias. Desde luego que no se
edifica una mayoría electoral o una hegemonía política meramente apelando a un
discurso de geo-política mundial. Pero no hay hegemonía política posible y sustentable
sino a partir de un monumental esfuerzo teórico y de pedagogía política empuñado
por la vanguardia respecto de las complejas encrucijadas que encara hoy el
mundo Sur en que vivimos; así como las ingentes tareas que cada región, cada nación,
cada movimiento político, cada ejército y cada ciudadano debemos asumir, al
menos para sortear una catástrofe en pleno desarrollo.
El
plan es desestabilizar a Venezuela y derrocar al gobierno del presidente
Nicolás Maduro para a la postre imponer sobre el resto de América Latina una nueva
modalidad de dictadura continental. De cara al fracaso aparatoso de la política
expansionista imperial sobre el Medio Oriente, EE.UU. vuelve su “atención”
hacia lo que conceptúan su principal área estratégica de influencia.
En
tal sentido, los tiempos de infantilizar la praxis política y de azucarar con
medias tintas la grave situación mundial, regional y nacional es hoy empresa tremendamente
peligrosa. Urge, por ello, abatir la percepción, bastante extendida respecto de
que la crisis de la economía, el comercio, incluyendo la desvalorización de la
moneda y del salario hoy en Venezuela son problemas meramente domésticos, de
corto plazo, y básicamente atribuibles a la ineficacia, el burocratismo o la
corrupción.
Desde
luego, hay factores internos que han contribuido y siguen contribuyendo a
profundizar la crisis, pero en modo alguno constituyen la raíz del problema. Por
el contrario, precisamos comunicar, es decir, poner en común, científica, pedagógica y mediáticamente la
realidad. La de que estamos siendo objeto de un masivo experimento con humanos
en el que los venezolanos hemos sido tomados como conejillos de indias de una nueva
guerra de 6ta generación. Una nueva modalidad de bombardeo imperialista
mediante un novedoso paquete de desestabilización y operaciones psicológicas ensayado
y perfeccionado por décadas contra cientos de procesos de resistencia.
Mientras
no resituemos el marco conceptual de una crisis terminal y un nuevo esquema de
desestabilización y de golpe de Estado inducido desde Washington, Londres y Tel
Aviv estaremos tratando como un esquema ya conocido de injerencia lo que es,
más bien, un novedosísimo y peligrosísimo esquema desestabilizador.
Desde
luego que siempre cabe contemplar la determinación de las luchas internas por
poder y dinero de distintos sectores en Venezuela, refractarios a cualquier
genuina agenda emancipadora de nuestro país y nuestro continente. Resulta clave
por ello en este contexto reconstruir la unidad de los patriotas para luego desenganchar,
lo más rápido posible, la economía, la banca, el comercio, la política exterior
y los medios comunicación, la información, la cultura y la diversión de Venezuela,
de las lógicas, instituciones y prácticas sociales pro capitalistas aún dominantes.
Y a la postre neutralizar los enemigos endógenos del modelo emancipador,
progresista, descolonizador y eco-socialista. La celeridad y radicalidad de la
restauración del capitalismo neoliberal y privatizador en Argentina hoy nos
deja en claro que resistir es nuestra única opción si queremos sortear la
rebatiña vertiginosa y descarada del país y, a la postre, del continente y el
mundo Sur.
Los
pesimistas, los oportunistas, los lobistas y los vende-patrias de siempre
insisten en este contexto a la sordina que hoy resulta necio confrontar el
poder de Occidente. Y que lo mejor sería “aceptar hacer las paces” de nuevo con
la contrarrevolución intestina y con el
gran capital trasnacional. Calientan orejas en partidos, movimientos sociales,
medios de comunicación y cuarteles para mercadear una capitulación histórica de
nuestros derechos a la soberanía y el desarrollo como un retorno a la paz, la normalidad
y al bienestar de “con AD se vivía mejor”. Parecida invención a la de Colón y
los espejitos.
Permitir
—o colaborar de cualquier modo— con la desestabilización de la economía, el
comercio, el bloque popular, las Fuerzas Armadas y, en general, del gobierno de
Nicolás Maduro, en esta delicada coyuntura constituye alta traición a la patria.
Pues tal tiene no una, sino casi todas las posibilidades de terminar en la retoma
del poder del Estado por la derecha fascista y, de seguidas, la inmediata consumación
de un Plan Cóndor pero multiplicado probablemente por diez o por cien. Vale
decir, si en Argentina el Plan Cóndor resultó en la “desaparición” y asesinato político
masivo de 30 mil personas, en su mayoría activistas, aquí en Venezuela podría resultar
en la matanza de 300 mil o muchas más personas.
La Operación Cóndor o Plan Cóndor
es el nombre con que se bautizó el método de coordinación de acciones y mutuo
apoyo entre las cúpulas de los regímenes dictatoriales del Cono Sur de América
—Chile, Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay, Bolivia, Perú, Colombia,
Venezuela y Ecuador— bajo la orientación de los Estados Unidos durante el
periodo entre 1970 y 1980. El Plan Cóndor implicó "el seguimiento,
vigilancia, detención, interrogatorios y tortura, traslados clandestinos entre
países y desaparición o asesinato de personas" consideradas por dichos
regímenes como "subversivas del orden instaurado o contrarias al
pensamiento político o ideológico opuesto, o no compatible con las dictaduras
militares de la región". Dicho Plan se estableció como una organización
clandestina internacional dedicada a la práctica sistemática del terrorismo de
Estado que instrumentó el asesinato y la desaparición de decenas de miles de
opositores a las mencionadas dictaduras —o dictablandas— en su mayoría
vinculados a movimientos de la izquierda política.
Tan solo un documento bautizado
como Los Archivos del Terror detalla,
nombre por nombre, el destino de miles de latinoamericanos, en su mayoría
jóvenes, secretamente secuestrados, torturados y asesinados por los servicios
de seguridad de Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Paraguay y Uruguay. Tan solo
estos archivos, casualmente encontrados, registran 50.000 personas asesinadas,
30.000 desaparecidas y 400.000 ilegalmente encarceladas
Otros escenarios
Aunque
improbable, reparemos el escenario de una ocupación como la de Irak por
Occidente. Un estudio de una agencia privada de encuestas británica, ORB (publicado
por el periódico inglés The Guardian
el 16 de septiembre de 2007), estimaba, para ese entonces, el número total de
muertos en 1.200.000, cifra que coincide con el estudio publicado por The Lancet un año antes. Hoy día el
número de caídos durante esa guerra que no termina, se calcula que puede
ascender al doble. Es decir que, agencias contratadas por gobiernos que
participaron militarmente en esa ocupación conservadoramente estiman en 2
millones los caídos en Irak. Si estimamos que, durante una ocupación armada,
por cada muerto resultan heridos un promedio de 10 ciudadanos, es de estimar en
alrededor de 20 millones de ciudadanos iraquíes heridos, es decir, 6 de cada 10
habitantes, considerando que para el 2009 la población del país se estimaba en
32 millones.
Pero,
una ocupación armada de Venezuela por Occidente parece hoy poco probable. Por
un lado porque Venezuela, a diferencia de Irak, Siria, Libia, Yemen, Mali o Afganistán,
no se encuentra en el principal espacio geopolítico en donde se resuelve la
pérdida del poder de EE.UU. como principal potencia capitalista del globo.
Segundo, porque Venezuela ocupa un lugar
prominente en la complexión de un escudo protector diplomático constituido por La
Celac, Unasur, Mercosur, Alba, Petrocaribe, amén de sus importantes relaciones
comerciales con Rusia y China. Tercero, porque Occidente hoy no dispone de demasiado
oxígeno económico para afrontar los costos de nuevas y costosas ocupaciones
como las clásicas y favoritas al paladar de los halcones del pentágono. Pero,
sobre todo, porque la población de EE.UU. y de gran parte de Europa se
encuentra hoy, sobre todo tras la
ocupación de Irak, bastante más consciente respecto de los riesgos que entraña
para su economía y su seguridad interna tal tipo de aventuras de financiamiento
y de apertrechamiento militar de ejércitos mercenarios. No por idealismo o
filantropía, sin excepción, todos los candidatos a las presidenciales en EE.UU.
aparecen ahora, súbitamente, contrarios a derrocar al gobierno sirio mediante
nuevos financiamientos de ejércitos mercenarios. Pero, desestabilizar el
principal enclave de suministro energético confiable, barato y cercano a EE.UU.
—en un contexto de confrontación entre potencias— también es un importante
argumento contra la ocupación.
El
plan, por ende, contra Venezuela y contra todos los gobiernos y los pueblos
progresistas de América Latina consiste principalmente en alimentar las
condiciones internas para una meticulosa caotización de la economía y el comercio
que esparzan un clima de hondo malestar social, político y militar, sirviendo así
la mesa al expediente de los choques violentos entre masas de población civil
como pretexto clásico a los golpes de Estado y las “intervenciones humanitarias””
orquestados desde el Norte.
Ahora
bien, por definición, cito el Diccionario
de política coordinado por Norberto Bobbio, Nicola Matteuci y Gianfranco
Pasquino, un golpe de Estado: “es un acto planificado y realizado por órganos
del propio Estado”. Veamos asimismo la definición de golpe de Estado que
enuncia el Diccionario Larousse: “golpe
de Estado es una violación deliberada de los preceptos constitucionales por
parte de un gobierno, una asamblea (parlamentaria) u otro grupo de personas que
detentan la autoridad (civil o militar)”.
De
estar Venezuela ante esta hipótesis, cabría asumir que las personas,
organizaciones o instituciones que, desde dentro del Estado, han financiado metódicamente
a trasnacionales —o empresas supuestamente “nacionales” mercenarias de la
guerra económica— que han permitido o lucrado de la fuga masiva de divisas o el
contrabando de extracción; o que han legitimado la devaluación de hecho del
bolívar o la especulación programada de bienes de primera necesidad (alimentos,
medicinas, productos de higiene personal y limpieza del hogar, repuestos
automotores) hayan actuado, cuando menos, como coautores materiales del golpe
de Estado en curso.
Cabe
recalcar asimismo que, dada la envergadura y efectos de la guerra económica sobre
la población, su participación en estas acciones, dialécticamente ha superado
la cualidad de mero delito común de burocratismo o corrupción administrativa,
constituyéndose de hecho en un despojo masivo de las condiciones materiales de
existencia de millones de personas, en especial de sectores humildes y medios. No
es descartable pues que, eventualmente, tal contradicción interna haya
resultado electoralmente más perniciosa que la misma guerra económica.
Nuevas realidades en la estructura,
nueva dialéctica de construcción de la consciencia de clase
Cabe
en este sentido recordar la afirmación de Marx en el sentido de que, en un
determinado estado de su desarrollo las fuerzas
productivas materiales de una sociedad, es decir, la clase trabajadora y oprimida,
entra en contradicción con las relaciones
de producción existentes, es decir, con las relaciones jurídicas de propiedad en cuyo seno esta clase se había
desenvuelto hasta entonces. Y, de formas de desarrollo de las fuerzas materiales
productivas que eran, estas relaciones de producción capitalistas se convierten
en obstáculos. Es cuando se abre, según Marx, la época de una revolución
social.
Lo
que quiero resaltar, en este punto, es que el régimen capitalista occidental,
que ha estudiado y diseccionado capa por capa la teoría de Marx a fin de
abatirla en la teoría y en la práctica, está ensayando —y pareciera que bastante
exitosamente— la arquitectura de una feroz contrarrevolución en Venezuela que
siente las bases materiales para que unas fuerzas de choque (financieras,
empresariales, de inteligencia, policiales, militares y paramilitares) relativamente
discretas en número y ascendencia puedan hacerse del control económico,
socio-político y territorial del país mediante un agresivo proceso de cosificación de las relaciones sociales
y de materialización de los productos de
la actividad humana. Es decir, una objetivación enajenada de toda praxis sujeta
a condiciones mercantiles.
Expresiones
tales como: “con mi (cerveza) Polar no te metas”, “no tenemos Harina Pan ni
papel tualé, pero tenemos patria”, “mi visa americana y el goce de mi
jubilación en New York o en Orlando son mi derecho”, ‘’mi estabilidad (en la
administración pública) y mi salario son sagrados”, “yo me quemé las pestañas
estudiando en la universidad obviamente para ganar 100 veces más que un simple
obrero”, “me quitaron mi país”, “aquí los malandros de los barrios te matan por
sádicos... y porque son unos inservibles y unos resentidos”, “estudiar en
universidades públicas es una raya”, “en Venezuela ahora todos somos
bachaqueros”, “prefiero limpiar carros o baños en Miami por unos buenos
dólares... que dar clases aquí en un liceo por una miseria de sueldo”, “¿cómo
puede ser chavista alguien que haya estudiado en la universidad?”, “si no
tienes una buena 4X4 y una novia bien operada, no eres nadie”, “a los chavistas
hay que matarlos por brutos y por animales”... Desde luego todas estas
locuciones son expresión de un mundo de sentido y de valores sistemática y
gravemente invertido.
Un
mundo cuyo estado de consciencia ha sido enfermado a un extremo tal que lo que
supuestamente te realiza como sujeto es precisamente aquello que suprime los
derechos o incluso la vida misma de otro. En este mundo la patria y el papel
toalet están en un mismo nivel. Beber una cerveza de marca es un derecho constitucional
e inalienable. Un cargo público es tan una “cosa” privada y personal como unos
zapatos de marca. EE.UU. es lo mejor y Venezuela lo peor, sin discusión. Y todo
aquel que se interponga a mis fantasías de poder, consumistas y pitiyanquis es
mi enemigo a muerte. Es un mundo en donde el trabajo vivo, es decir, humano,
afectivo, cooperativo, deviene en sustancia muerta. Lo fluido se torna sólido y
pétreo; y las relaciones inter-humanas se vuelven payasadas, estupideces, desvaríos
cosificados. En un mundo así de insensible y cloroformizado no es de extrañar
que los hijos denuncien y entreguen a los padres a unas fuerzas de ocupación; o
que los padres lo hagan con los hijos. Es el éxtasis del mundo al revés. Un
mundo de insensibles, de animalizados, de robots. Un universo feliz de carecer
de valores. Y es en este desbarajuste de sentidos invertidos —hollywoodizados
para millones— en donde hay que librar, paradójicamente, las batallas por un
mundo, un continente y un país mejor, más humano, digno y soberano.
Vastos
sectores patriotas, nacionalistas, progresistas y socialistas, muy superiores a
los 2 millones de votos faltantes al chavismo respecto de las pasadas
elecciones, recientemente se abstuvieron de votar por los candidatos al
parlamento del Polo Patriótico, quizá no precisamente como un voto castigo
contra el modelo de inclusión social y cultural del bolivarianismo, que definitivamente
han respaldado durante 16 años, sino tal vez como una forma —seguramente desesperada—
de expresar su repudio a un modelo de gestión de la economía y la política que
perciben como básicamente reproductor de las relaciones mercantiles
capitalistas, de cosificación de las
relaciones sociales y de materialización
espectral de todos los productos de la actividad humana.
En
un contexto en que el gobierno del Presidente Nicolás Maduro y las fuerzas
patriotas, nacionalistas, progresistas y socialistas deberán enfrentar los
embates de un parlamento contrarrevolucionario, es decir, dispuesto a todo, y
crecidamente hostil y desestabilizador a partir de enero del 2.016, y de cara a
una previsible nueva caída del ingreso petrolero y por ende, de la recaudación
de impuestos, pareciera urgente la aplicación de una nueva política monetaria y
cambiaria que frene la salida de capitales al exterior, para poder invertirlos
en la industrialización acelerada de sectores prioritarios (alimentos,
medicinas, vestido, repuestos). Pareciera estratégico también la estatización
del comercio exterior; junto con una resuelta política de abatimiento del dólar
paralelo mediante la aplicación de sustanciales impuestos al lujo y a la
evasión fiscal de las grandes empresas, así como una política de demandas ante
los organismos internacionales de crédito, comercio, y de lucha contra la legitimación
de capitales, contra el Estado de Colombia y las casas de cambio legitimadas
por ley.
El Capital, decía
Marx, “nació chorreando sangre y lodo por todos los poros, desde los pies a la cabeza”. Si así nació, no es
descabellado pensar que asumirá distinto proceder, caso de tomar el poder en
Venezuela por cualquier vía, ora insurreccional ora electoral, o mediante una
mezcla de ambas, como parece ser el caso.
El imperialismo
occidental, presidido por EE.UU. no parece inclinado a resolver en su favor el
destino de la revolución bolivariana mediante una clásica aventura armada directa
que resulte en el surgimiento de graves tensiones diplomáticas, amén de
misceláneas células de resistencia, nacional, regional y local. Occidente más
bien parece inclinado a ensayar una operación de progresiva estrangulación simultánea
de la moral patriota, el modelo económico progresista y de la utopía
socialista. El desgaste y abatimiento simultáneamente socio-económico
(estructura) e ideológico-político-cultural (infraestructura) pareciera ser su
estrategia. Además, sólo desarmándonos ideológica, política, moral, económica y
culturalmente, Occidente podría sortear la defensa del el modelo bolivariano por
potencias aliadas como China y Rusia, cada vez cercanas a a la Venezuela
Bolivariana como socio estratégico.
Para los Brics, la
Liga Árabe, Unasur, Mercosur, PetroCaribe, el Alba, la Comunidad Económica
Africana, e incluso para parte de la Unión Europea, Venezuela no es Honduras,
en donde, casi que en un santiamén, factores imperialistas depusieron a un
gobierno constitucional mediante un golpe de parlamento. En razón de sus recursos
energéticos y de minerales preciosos y estratégicos, de sus reservorios de
biodiversidad y de agua potable y de su ubicación geo-estratégica, una
Venezuela soberana representa la única posibilidad de desarrollo de América
Latina y del Mundo Sur.
Quiere decir que cualquier
conato de asonada pro imperialista contra el gobierno Bolivariano de Venezuela
encontrará importantes —y duraderas— resistencias sociales, políticas, económicas,
diplomáticas, culturales y militares, tanto internas como en el plano
internacional.
Por eso mismo ha
sido tan importante para el bloque de derecha en la región la victoria de Mauricio
Macri en Argentina: porque es funcional
a la tesis de la inviabilidad en la región y en el mundo del modelo progresista,
antimperialista y eco-socialista. Porque evidencia que la construcción de una consciencia
revolucionaria en sí y para sí, de clase trabajadora y oprimida sigue ireesuelta.
Y porque debilita la fuerza geopolítica de instituciones como La Celac, Unasur,
Mercosur, Telesur, etc., a los efectos de resistir la nueva onda expansiva
neoliberal y antidemocrática cada vez más activamente desplegada en la región.
Rectificación, rebelión y renacimiento
Pero, del mismo modo,
resulta clave, en este contexto, profundizar la transformación radical de las viejas
prácticas y ya arcaicas instituciones políticas, económicas, sociales,
militares, mediáticas y culturales, como propone el Presidente Nicolás Maduro. Digamos
con Bolívar, 200 años después: “Vacilar es perdernos”.
Se comentan que en el Pentágono gustan
mucho paladear aquel viejo refrán popular que reza: a la larga el galgo a la
liebre mata. No sería irrelevante releer en este contexto, en clave
geopolítica, geoeconómica y geocultural los Cuentos
de Tío Tigre y Tío Conejo.
Pero
este complejo escenario nos pone, dialécticamente, en un histórico momento
constituyente, en el que, o inventamos o erramos. Es claro que sólo nos atacarán
decisivamente una vez nos hayan demolido gravemente:
Nuestra
consciencia de clase en sí y para sí.
Nuestra
consciencia unitaria como nación (no de protectorado ni de servil colonia).
Nuestra
consciencia antimperialista bolivariana.
Nuestra
consciencia solidaria, del reconocimiento del otro, del compartir, de la cayapa
(anti-individualista, anti-narcicista).
Nuestra
consciencia amorosa cristiana y de nuestro sincretismo espiritual sincrético de
raigambre indígena y africano.
La
consciencia de nuestra diversidad cultural.
La
consciencia de nuestro carácter plurinacional/ pluricultural.
Nuestra
consciencia rebelde y revolucionaria desde tiempos prehispánicos.
Nuestra
consciencia anti-neoliberal.
Nuestra
consciencia radical democrática, anticogollérica, antimilitarista en el poder (anti-dictatorial).
Nuestra
consciencia de compromiso con la paz (anti-violenta, anti guerrerista, anti-cruel).
Nuestra
intuición del peligro, nuestra resiliencia, nuestra boniteza como pueblo,
nuestra disposición a producir todo lo que necesitamos para vivir dignamente.
Nuestra
consciencia chavista, es decir valiente, esforzada, patriota, humilde,
orientadora, magnánima.
Posicionar
eficaz y eficientemente nuestros valores desde todos medios es de vital
importancia.
Tras
consumar un importante fortalecimiento de la capacidad de fuego de nuestras
fuerzas armadas para defendernos de potenciales ataques imperiales, cabe ahora
repensar y aplicar en profundidad y sin descarríos publicitarios las 3 Rs al
cuadrado a toda la institucionalidad encargada de neutralizar el campo
reproductor de la falsa consciencia liberal burguesa y pitiyanqui.
No
sería descabellado pensar en la creación de un ministerio o una vicepresidencia,
ahora sí, genuinamente del poder popular... para la contra-hegemonía. O, en
todo caso, una organización novedosa que planificara, mapeara, financiara y
articulara nuestras instituciones de educación, comunicación, información,
investigación, cultura, propaganda, escuelas de cuadros, UBCHs, y todas las
vinculadas con la política y la rectoría intelectual, moral y estética del
proceso revolucionario.
Por
eso, en un contexto en que la contrarrevolución realista disfrazada de
oposición busca confrontar nuevamente y fratricidamente a pueblo contra pueblo
en beneficio de sus oscuros intereses, promoviendo un contexto como el del 11,
12 y 13 de abril de 2002, cabe siempre volver a Bolívar, al padre Bolívar, al
genio Bolívar, en busca de orientación.
Revivamos,
íntegra, la última proclama de Bolívar a solo 7 días de su muerte en Santa
Marta. Bolívar había tenido ya que renunciar a su mando absoluto sobre
Venezuela y Colombia tras una feroz campaña de descrédito en su contra. La
razón de tanto encono era que fracciones pujaban por dividir Colombia —lo que hoy
es Venezuela, Colombia y Panamá— en diferentes naciones para poder así repartirse
el poder, los privilegios; y sobre todo, para obedecer la instrucción
separatista dictaminada por EE.UU. En ese contexto, Bolívar redacta una
proclama que asume como su última voluntad. Cuando Bolívar pide que cesen los
partidos, no se opone a la actividad política partidista propiamente dicha,
sino a la politiquería, a la maniobra vil y lacaya en contra de los genuinos
intereses del pueblo y de la soberanía política y económica de los pueblos y
naciones recién libertados.
SIMON BOLIVAR
LIBERTADOR DE COLOMBIA, &., &.
LIBERTADOR DE COLOMBIA, &., &.
A los pueblos de
Colombia
Colombianos:
Habéis presenciado
mis esfuerzos para plantear la libertad donde reinaba antes la tiranía. He
trabajado con desinterés, abandonando mi fortuna y aun mi tranquilidad. Me
separé del mando cuando me persuadí que desconfiabais de mi desprendimiento.
Mis enemigos abusaron de vuestra credulidad y hollaron lo que me es más
sagrado, mi reputación y mi amor a la libertad. He sido víctima de mis
perseguidores, que me han conducido a las puertas del sepulcro. Yo los perdono.
Al desaparecer de
en medio de vosotros, mi cariño me dice que debo hacer la manifestación de mis
últimos deseos. No aspiro a otra gloria que a la consolidación de Colombia.
Todos debéis trabajar por el bien inestimable de la Unión: los pueblos
obedeciendo al actual gobierno para libertarse de la anarquía; los ministros
del santuario dirigiendo sus oraciones al cielo; y los militares empleando su
espada en defender las garantías sociales.
Colombianos! Mis
últimos votos son por la felicidad de la patria. Si mi muerte contribuye para
que cesen los partidos y se consolide la Unión, yo bajaré tranquilo al
sepulcro.
Hacienda de San Pedro,
en Santa Marta, a 10 de diciembre de 1830.
Simón Bolívar.
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