Exclusivo para chavistas: entendiendo la devaluación


APUNTES SOBRE LAS MEDIDAS CAMBIARIAS
por Norberto Bacher

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En la tarde del 8 de febrero el gobierno venezolano anunció una serie de medidas financieras cuyo punto nodal es la modificación de la relación cambiaria del bolívar (bs) con relación a la moneda internacional dólar (u$), que pasó de la paridad vigente hasta ese momento de 4,30 bs por dólar a una nueva, que se fijó en 6,30 bs por cada unidad monetaria extranjera, es decir que se produjo una devaluación del 46,5 %.

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 Cabe recordar que no es la primera devaluación que realiza el gobierno bolivariano desde que se estableció el régimen de control cambiario en 2003. Tampoco es la de mayor magnitud de las realizadas desde que se estableció ese control. Sucesivamente se pasó de una equivalencia de 1,90 bs/u$ a otra de 2,15 bs/u$, para finalmente saltar en febrero de 2010 a los 4,30 bs/u$, que estuvo vigente hasta el presente y que en su momento representó un salto del 100%.

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  Según declaraciones del Vicepresidente Maduro inmediatas al anuncio de la medida cambiaria, la misma fue una forma de respuesta a la especulación desatada con el dólar en el llamado “mercado paralelo o negro”, donde desde hace varios meses esa moneda se transaba a más del cuádruplo de su valor oficial, lo cual era público y notorio. También explicó Maduro, con bastante detalle, que la principal fuente de los dólares que alimentan a ese mercado, no es otro que las maniobras de sobrefacturación utilizadas por los importadores, especialmente los que reciben grandes montos, que en lugar de aplicarlos a los fines para los cuales CADIVI se los otorga al valor oficial, reciclan buena parte de los mismos en ese mercado ilegal, obteniendo ganancias extraordinarias.

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Sin embargo estas maniobras cambiarias denunciadas por el Vicepresidente no podrían ser ignoradas por el Estado ni son recientes. Por ejemplo, con motivo de la anterior devaluación escribíamos:
Los hechos demuestran que ese mercado negro del dólar fue alimentado indirectamente por el propio Estado a través de los dólares otorgados al precio oficial a los importadores, quienes realizaron todo tipo de maniobra de sobrefacturación sobre el valor real de esas importaciones, especialmente las multinacionales en complicidad directa con sus casas matrices, y mediante triangulaciones bancarias reciclaron en el mercado negro los excedentes de dls que quedaban en sus manos después de pagar lo realmente importado. Esos sectores burgueses dispusieron así de una masa de dls para venderlos casi al triple de los 2,15 BsF por unidad al que lo habían recibido del Estado. También sectores de la banca privada se sumaron a esas maniobras mediante transacciones financieras más complejas”. (NB “Las dos caras de la Revolución” febrero 2010).
Es obvio que en este punto los servicios de seguridad financiera del Estado deberían manejar informaciones mucho más contundentes que las de un simple observador y militante político. Cabe agregar que desde aquella fecha en que el precio del dólar se fijó en 4,30 bs nunca se transó a menos de 8 bs en el mercado ilegal.
Es decir que, por una u otra razón, hubo decisión política de tolerar ese manejo marginal del dólar especulativo, sin afinar los órganos de control ni avanzar radicalmente contra la sobrefacturación por 3 años, hasta que la magnitud que cobraron las maniobras se convirtió en una amenaza para las variables macroeconómicas, en particular la inflación.
¿Una nueva muestra de la burocracia estatal a la cual Chávez exigió combatir en su alocución del 20 de octubre pasado? (Ver “Golpe de Timón” )

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De hecho ese riesgo inflacionario como impulsor de las recientes medidas lo admitió el presidente del BCV Dr. Merentes al anunciarlas en una conferencia de prensa. Explicó que la especulación cambiaria presiona al alza sobre todos los precios internos, aún sobre los de aquellos productos que no tienen componentes importados.
Ninguna devaluación es socialmente neutra. La devaluación monetaria se refleja en un cambio de los precios relativos de todas las mercancías, que afectará a todos los productos y servicios, aún los de aquellos que no dependen directamente de los dólares para importarlos. Esto último se debe al conocido “efecto arrastre”, donde se verifica lo que señaló Marx en su momento, que todo comerciante es un especulador potencial.
Esta situación ya la vive la población en los tres últimos meses y se reflejará en el índice inflacionario de enero. De no corregirse rápidamente amenaza a las metas inflacionarias que el gabinete económico fijó para este año, que deberían seguir la línea descendente lograda en 2012, ya que se espera mayor crecimiento económico.

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El paso de un régimen cambiario de libre cotización a uno controlado y fijado por el Estado en 2003 fue una decisión forzada que se impuso en un momento crítico de la revolución, ante la fuga de divisas que amenazaba con vaciar al Banco Central, por los embates del sector capitalista contra un gobierno que no respondía a sus intereses sino a los de las capas más pobres del pueblo. Igualmente cada una de las sucesivas devaluaciones posteriores también fueron respuestas obligadas del Estado frente a nuevos ataques financieros especulativos de los grandes sectores capitalistas que operan en la economía nacional. La devaluación actual no escapa a esa regla y políticamente debe entenderse así.
Es decir que se inscribe en el marco de la aguda lucha de clases que cruza a la sociedad venezolana desde hace más de veinte años y en particular desde que Chávez asumió el gobierno, hace catorce años.

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En este sentido es una medida defensiva que toma el gobierno bolivariano frente al enorme peso que aún conservan las relaciones capitalistas en la economía, es decir en el corazón estructural de la República. Puede y debe discutirse si era la única opción posible. Pero fundamentalmente es necesario dilucidar si esta nueva devaluación servirá para lograr lo que las anteriores no pudieron, ganarle la pulseada a los capitales especulativos que periódicamente fuerzan a este tipo de medida.
Lo más gravoso para un proceso revolucionario que se propone avanzar hacia el socialismo no es el enriquecimiento de estos sectores capitalistas a costa de las arcas públicas – hecho en si preocupante además de delictivo – sino que se refuerza en la conciencia pública la idea que las presiones de “el mercado” inexorablemente terminarán por imponerse frente a cualquier regulación de Estado, sea en la relación cambiaria, en el control de precios, en las relaciones laborales, etc.

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Esta suerte de burla sistemática a la norma del Estado se convierte también en un jaqueo ideológico a una de las premisas para la transición al socialismo, que necesita de un Estado no sólo eficiente en términos de realizaciones cotidianas, sino capaz de concentrar y sintetizar la voluntad política de las mayorías populares para someter a las clases explotadoras que no se resignarán mansamente a renunciar a ningún espacio de poder, como ya lo ha experimentado el pueblo venezolano a través de sucesivos episodios. Con especial tenacidad defenderá el predominio económico que aún conserva y es vital para su subsistencia como clase dominante.
Al daño material que estas maniobras cambiarias provocan en la economía se le suma el daño ideológico que hacen al descalificar al Estado de la transición, órgano imprescindible hasta que el pueblo sea poder.
La derecha no dejará de aprovechar los efectos negativos de la devaluación para el contraataque político y amortiguar hasta donde pueda sus recientes derrotas. La presión inflacionaria que se acentuará en los próximos días será una amenaza sobre los ingresos de amplios sectores de la población, que le servirá a la derecha para reforzar su prédica que esos efectos negativos se deben a que la única economía sana y posible es la que se sustenta en la “libertad de mercado”, que es su verdadero y único programa.

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Esta situación de defensiva en que queda el proceso revolucionario en la esfera financiera y económica contrasta con el desarrollo de una línea general de ofensiva política que anuncia el alto mando político bolivariano contra las clases explotadoras, nacionales y sus aliados externos, en particular el imperialismo yanqui. Línea que es posible y necesaria en la coyuntura actual y que se revitalizó gracias a los grandes y recientes triunfos electorales de octubre y diciembre. El comandante Chávez la delineó en sus grandes trazos en su conocida intervención, posteriormente publicada con el nombre de “Golpe de Timón”

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De esta contradicción las fuerzas de la revolución deben sacar conclusiones. Una de ellas es que resulta evidente que, así como los aparatos políticos de las clases explotadoras muestran enormes debilidades y dificultades para cooptar y movilizar a sectores populares, incluidos parte de la estructura militar, lo que les permitiría el intento de recuperar el control del Estado, del lado de la revolución se muestran grandes limitaciones para neutralizar primero y doblegar después definitivamente el espacio que es propio y determinante del capitalismo: el de la producción y en forma más general el de toda la economía. Sin ganar esta larga batalla no habrá socialismo.

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La experiencia histórica enseña que no es sencilla ganarla ni tendrá resolución inmediata, como ocurre en otros frentes de lucha, como el electoral o en la lucha de calle, p.ej. Es un combate que ni siquiera se circunscribe al ámbito nacional, por la sencilla razón que el capitalismo local es subsidiario del capitalismo internacional a través de lazos visibles y otros no tan visibles, que le insufla aire y fuerzas día a día.
Por eso las políticas de alianzas latinoamericanas de la Revolución Bolivariana, además de raíces históricas y justificadas razones de solidaridad con pueblos hermanos, tienen una proyección de largo plazo, estratégica. Es notorio el terreno ganado en este punto en relación a los años iniciales del gobierno bolivariano, cuando la casi totalidad de los gobiernos continentales se alineaban en forma irrestricta y permanente con las políticas neoliberales y los dictados de Washington, a pesar que todavía los aliados naturales de la Revolución Bolivariana, que son las masas más pobres y explotadas, no detentan el control de sus respectivos gobiernos.
La motivación más profunda de la revolución para forjar estos distintos niveles de alianzas (CELAC, MERCOSUR, ALBA) es la necesidad de crear a escala regional un escenario más favorable para el enfrentamiento con las poderosas fuerzas internacionales, empezando por el imperialismo yanqui, que son las que apalancan a la burguesía interna, la estimula a retomar el control del Estado venezolano y le facilita acciones – entre tantas otras – como las maniobras cambiarias, que forzaron la reciente devaluación del bolívar.

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Los efectos económicos de una devaluación monetaria son bien conocidos, pero no pueden verse por fuera del contexto concreto de la coyuntura nacional. Un rápido examen de algunas de esas variables desmiente a quienes con ligereza – más allá de sus intenciones políticas – pronostican efectos catastróficos para los próximos meses.
En primer lugar cabe señalar que el contexto general de la economía venezolana a principios de 2013 es mucho más favorable que el que existía en 2010, cuando se produjo la última devaluación del 100%. En aquel momento se venía saliendo de una fase recesiva como consecuencia de los embates de la crisis mundial, que afectaron negativamente los precios petroleros. Por el contrario, ahora se está en una fase expansiva de la economía de casi tres años, con perspectivas de prolongarse por el efecto multiplicador de las grandes inversiones del Estado, tanto en el área de vivienda social, con incidencia directa en mayor ocupación y demanda de bienes, como en inversiones a largo plazo en distintas ramas de la producción (siderurgia, cemento, mecanización del agro, petrolera, etc).
En segundo lugar no hay perspectiva a corto plazo que se derrumben los precios petroleros, determinantes para toda la economía nacional; antes bien, un agravamiento de la crisis política en Medio Oriente podría actuar en sentido opuesto, elevándolos más.
En tercer lugar, es conocido que la carga de la deuda pública venezolana es controlable con los ingresos corrientes del país, ya que el pago de la que está nominada en dólares, tanto de los intereses como la amortización de capital, representa aproximadamente un 5 % de los ingresos de las divisas petroleras y la deuda interna, que está nominada en moneda nacional, representa un bajo porcentual del PIB nacional 1
En cuarto lugar, las posiciones en reservas del BCV2, que incluyendo los 17.000 millones de u$ de oro depositados en sus bóvedas, son sólidas y suficientes para enfrentar la actividad corriente y prevenir ataques especulativos. Esas reservas han sido reforzadas por una reciente resolución del gobierno, por la cual PDVSA va a derivar hacia las reservas del BCV una alícuota mayor de sus ingresos en divisas.
En quinto lugar, el sector bancario y financiero privado ha sido saneado tras la quiebra de varios bancos y aseguradoras en los años 2009
En sexto lugar, desde la devaluación de 2010 ha crecido en forma significativa el sector de la economía – productivo, comercial y financiero – bajo control del Estado, aunque una parte de él todavía es subsidiado y muestra serias ineficiencias.
Podrían enumerarse otras variables positivas, aunque no puede ignorarse la enorme presión del mercado capitalista que atraviesa a todas las actividades, incluidas las que están en manos del Estado. Esta presión negativa y onerosa para la economía venezolana tiene una de sus peores manifestaciones en la fuga de capitales, asociada también a maniobras cambiarias, frente a la cual los instrumentos en manos del Estado aparecen hasta ahora como impotentes.

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Las fuerzas revolucionarias tampoco pueden caer ingenuamente en la trampa de la derecha que intenta presentar la devaluación como un “paquetazo”, es decir una política de “shock” al estilo de las medidas tradicionales propiciadas por el FMI y que tan terribles secuelas ha dejado en la historia reciente del país. Ese pasado retorna a la memoria colectiva si se observa lo que está ocurriendo en la actualidad en países europeos como Grecia, España y otros.
Si bien es cierto que casi siempre las políticas de “shock” contienen una devaluación monetaria, lo inverso es falso. No toda devaluación está inexorablemente asociada a esas políticas neoliberales. Lo prueban las anteriores devaluaciones producidas por el gobierno bolivariano. En ningún momento se dejó de apuntalar e incrementar la inversión social y desarrollar desde el Estado políticas pro-activas para aumentar la producción y con ello el empleo, aún a costa de incrementar el gasto público. Esto va a contramano de las tradicionales recetas fondomonetaristas, que estaban ocultas en el discurso del majunchismo derrotado en octubre, pero escritas por sus asesores en el programa que tenían preparado para aplicar si se encaramaba en el gobierno.
Esto no niega los distintos efectos que la devaluación tendrá, algunos negativos y es necesario examinarlos para enfrentarlos.

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El efecto inflacionario de la devaluación se hará sentir de forma inmediata, aunque no necesariamente en la proporción del 46,5 %, acortando la capacidad adquisitiva del sector de la población que tiene ingresos fijos, fundamentalmente provenientes de salarios, jubilaciones, pensiones, que es una mayoría y no puede trasladar los mayores costos a terceros, como seguramente lo harán quienes prestan servicios o el comercio minorista, incluido el llamado informal.
Aún antes de producirse la devaluación los mecanismos de control y sanciones del Estado para enfrentar las alzas especulativas, entre ellos INDEPABIS, se han mostrado absolutamente insuficientes para frenarla. La experiencia histórica enseña que con más inspectores no se soluciona este problema. Cuando actúa el control a través del poder popular, que se ha desarrollado insuficientemente en este aspecto, sólo puede acceder a los extremos terminales de las cadenas de comercialización. Pero es necesario golpear a quienes generan los precios en los grandes acopiadores de productos importados y en los que son de manufactura nacional en los centros de producción. Es hacia allí donde el Estado debe concentrar la artillería de sus controles, endureciendo si es el caso las sanciones y fundamentalmente asociarse con los trabajadores de esas empresas, con sus organizaciones, para impulsar el control de costos a través de los trabajadores mismos y no sólo a través de las declaraciones de los libros respectivos. La antigua experiencia del control obrero de la producción debe reactivarse en las condiciones concretas de la realidad nacional, del nivel de organización de los propios trabajadores y de su compromiso consciente con la defensa de la revolución.

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En contra de lo que dice la derecha, especialmente en la prensa internacional, el alivio de la deuda interna estatal nominada en bolívares no parece que haya sido la causa central que impulsó al gobierno a realizar la devaluación. Sin embargo ésta será una sus consecuencias beneficiosas para el fisco. El Estado necesitará invertir un 46,5 % de dólares menos que antes para pagar el mismo monto de deuda en moneda nacional, con lo cual se beneficia en la misma medida que se perjudican sus acreedores, sean grandes capitales o pequeños prestadores de servicios al Estado. En este punto el Estado debiera distinguir entre ellos. Un trato similar al momento de pagar deudas atrasadas puede encubrir grandes injusticias.
Para los grandes capitales absorber ese costo es sólo achicar sus ganancias; en cambio para los pequeños, como las cooperativas, en muchos casos pueden poner en riesgo la posibilidad de seguir operando. El Estado debiera darles un trato preferencial a estos pequeños acreedores, reconociendo mayores costos al momento de cancelar la deuda, no sólo para mantener la viabilidad económica de muchas de estas pequeñas unidades de trabajo social, sino fundamentalmente para afianzar una alianza de clases, que es una necesidad vital para la fortaleza del proceso revolucionario. En este, como en tantos otros casos, la visión socialista de justicia no tiene nada que ver con un igualitarismo ramplón. Igualmente parte del ahorro del Estado en sus pagos internos debiera contribuir a un fondo para compensar la pérdida salarial de los trabajadores.

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Otros beneficiarios de la devaluación serán las empresas nacionales con capacidad para exportar. Medidos en dólares sus costos de producción, que se cubren con la moneda nacional, se abaratan. Con ello se hacen más competitivos en los mercados externos y pueden intentar colocar allí sus productos. Adicionalmente, en una medida complementaria, el gobierno aumentó en un 10 % a los exportadores la asignación de los dólares que ingresan al país por sus ventas al exterior. Anteriormente de cada 100 u$ que traían podían quedarse con 30, pasando a partir de ahora a 40 u$, que podrán retener para si. Además se ampliará las posibilidades de abrir cuentas bancarias en dólares para diversos sectores de la población, así como de ingresarlos al país a quienes los tienen en cuentas bancarias externas.
En conjunto estas medidas tienden a incentivar a los empresarios locales que producen bienes no petroleros para que generen saldos exportables, en primer lugar con la mirada puesta en el MERCOSUR. Pero en general se enmarca en un concepto proteccionista para el impulso de un “capitalismo nacional”, un viejo sueño de una parte de las corrientes reformistas latinoamericanas, que a lo largo de más de ocho décadas de experiencias ha mostrado más fracasos que éxitos. Es seguro que la intención de estas medidas es seguir apuntalando el crecimiento en términos del PIB. Hay más incertidumbre en suscribir que la conjunción de un fuerte sector estatal de la economía con un capitalismo nacional en ascenso es la ruta a transitar hacia el socialismo del siglo XXI.
Al respecto cabe recordar que con la anterior devaluación en 2010 uno de los argumentos centrales que la explicaban era la necesidad de estimular las exportaciones no petroleras. Simultáneamente se abrieron a esas empresas líneas de créditos estatales, a tasas subsidiadas, para inducirlas a aumentar su capacidad productiva. Para el conjunto de la sociedad aún queda pendiente un balance público de aquella experiencia de tres años atrás, para ver si se justifica insistir con los mismos instrumentos o hay que buscar otros senderos menos transitados.
En tiempos de revolución que mira hacia el socialismo ese balance es el primer e indispensable paso para la autocrítica colectiva. Un paso ineludible para construir el poder popular que exige el Comandante Chávez. La mayoritaria bancada revolucionaria de la Asamblea Nacional debiera tener algo que decir sobre esto. También las organizaciones de trabajadores que son protagonistas directos de la producción de bienes.

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La devaluación encarecerá las importaciones. La creación de un nuevo organismo estatal de control para el manejo de las divisas, al cual se subordinará el actual – CADIVI – es un indicio que para el gobierno bolivariano llegó el momento de dar un giro sustancial en el control del mercado cambiario. Para cerrar el grifo que alimenta el mercado ilegal de divisas el nuevo organismo implementará dos tipos de medidas. Una de ellas es hacer un seguimiento de la ruta de los dólares asignados a cada importador, para que efectivamente se transformen en productos que ingresan, verificables. Así se podrá asignar un margen acotado de ganancia al importador y un precio final al producto. La experiencia indicará si con estos controles más rígidos – que inexplicablemente no se ejercieron hasta ahora – se podrá desarticular la trampa de la sobrefacturación, especialmente entre las subsidiarias de casas matrices extranjeras, como multinacionales automotrices por caso, que al comprarse a si mismas siempre tendrán mayores posibilidades de fijar sobreprecios y quedarse con una parte de dólares subsidiados en sus bolsillos, para revenderlos.
La nacionalización del comercio exterior sería un camino mucho más seguro y eficiente para ejercer ese control y abortar cualquier tipo de maniobra, porque no asigna dólares a los importadores sino que el Estado se reserva ese derecho. Pero es evidente que los nexos poderosos que aún atan las estructuras del Estado a los grupos del capital pesan más que la disposición radical de los hombres que gobiernan. Sin embargo debe celebrarse que comenzó a plantearse el problema en sus justos términos y el desarrollo inexorable de la lucha de clases orientará en esa perspectiva.
La segunda medida que pondrá en práctica el nuevo órgano de control del manejo de las divisas está largamente demorada. Se calificará a las mercancías cuya importación se autorizarán con dólares preferenciales según las necesidades sociales. La República no puede seguir gastando divisas, aun habiendo existencia de las mismas, en importar mercancías de escasa significación social o directamente suntuarias, habiendo tantas necesidades pendientes. El criterio de priorizar lo humano, de la necesidad social, colectiva, es propio del socialismo y debe orientar todas las actividades de la sociedad, entre ellas a las de la economía. También debe celebrarse que comience a ser el eje orientador de un área donde imperaba hasta ahora la ley de la oferta y demanda.
Una vez calificados esos rubros de importación sería necesario que aquellos que se declaren de primera necesidad o estratégicos sean protegidos de cualquier intento especulativo por una legislación especial. Quienes especulen con las divisas asignadas para importar esos bienes o simplemente lo retengan por mera especulación comercial deberían ser sancionados con las mismas leyes que se pena a quienes atentan contra la seguridad nacional y mediante un régimen procesal de ejecución sumaria. Nuevamente la mayoritaria bancada revolucionaria de la Asamblea Nacional tiene la palabra.

FINAL
Para el proceso revolucionario el desafío no es sólo frenar el daño material que las fuerzas contrarrevolucionarias hacen a la economía con medidas contingentes, como las que se acaban de anunciar. Medidas que en un sentido deben ser entendidas como un paso atrás, pero deben ser bienvenidas si preparan el salto adelante en un campo donde todavía las fuerzas del capital son hegemónicas.
Hoy ese salto es más factible que unos años atrás, entre otras razones porque las fuerzas internas de la revolución se han fortalecido, pese a la ausencia temporal de Chávez, en tanto que las de la contrarrevolución tienen cada vez menos credibilidad en las amplias masas y cada vez más se sustentan y financian en las fuerzas más oscuras de un capitalismo mundial que avanza ciegamente hacia un futuro que ya no controla.
10 de febrero de 2013
1 Para más detalles ver Mark Weisbrot y Jake Johnston ¿ Es sostenible la recuperación económica de Venezuela? Center for Economic and Policy Research www.cepr.net – Setiembre 2012
2 Estados Financieros del Banco Central de Venezuela al 31.12.2012, publicado el 08.02.2013 periódicos nacionales

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1 comentarios :

nancy jimenez dijo...

No soy chavista pero leo diferentes artículos para confrontar opinión. Cree usted sólo que las masas capitalistas explotadoras según su criterio sobrefacturan y desangran a la nación a través de cadivi? considero que es ingenuo creer que no hay entre los afectos al gobierno sujetos que actuen irregularmente participando en ese desengramiento del erario público. personas muy cercanas al Presidente (familiares y amigos) se dejan ver en el extranjero dándose vida de ricos y famosos, derrochadores, mostrando bienes de gran valor. hay que ver la paja en el propio ojo, no s´lo en el ajeno. La actitud honesta y sincera debe ser de todos los venezolanos que deseamos un país mejor.