> “Es la expresión máxima de la guerra económica”, afirmó el ministro para la Agricultura y Tierras
> Precisó que la empresa importa maíz con dólares provenientes de la renta petrolera en lugar de sembrar en el país y reducir la dependencia externa
> “Su posición de ganancia maximizada a través de la renta petrolera que le transferimos le permite generar cualquier distorsión en el mercado local y de esa forma preservar ese modelo”, agregó
Victor Hugo Majano
Ciudad Ccs
A pocos días de haber regresado al despacho de Agricultura y Tierras, Yván Gil asegura que hemos resistido los embates de la guerra económica que aún no ha terminado. Por eso, y con la certeza de quien maneja los datos de la producción primaria dice que lo que hay es una distorsión absoluta de la distribución.
—¿Chivo que se devuelve se esnuca?
—Bueno, sí y no, porque realmente nunca nos fuimos. Siempre hemos estado en el equipo agrícola. Hemos sido formados por esta batalla y somos parte de una generación que le tocó asumir la transformación del sector agropecuario que ideó, pensó y concibió el Comandante Chávez. Y a pesar de la formación personal que uno tenga, el verdadero aprendizaje fue bajo la gestión de Chávez. Aquí nos formamos, incluso el ministro (saliente) Berroterán, quien hizo una buena gestión pero que le toco afrontar los nueve meses de mayor dificultad, por externalidades que ha pasado el Ministerio. Le tocó dar continuidad a un trabajo en unas circunstancias sumamente duras. Logró estabilizar muchos procesos e iniciar otros tantos y le agradecemos eso. Así que aquí estamos de nuevo para poner al servicio del país la experiencia y lo que nos enseñó Chávez.
—¿Estamos perdiendo la guerra económica?
—No. Creo que estamos en una fase donde hemos resistido a los embates de la guerra económica. Lo primero que se ha demostrado −porque no estamos luchando contra cualquier poder− es que la guerra económica responde a una metodología diseñada por el imperio más poderoso de la Tierra. Aunque hay gente que la banaliza y se burla. Usa el poder mediático que tiene a nivel mundial, manipula las necesidades básicas del ser humano, usa su control sobre los medios de producción, y a pesar de todo ese poder, nosotros que somos un país de 30 millones de habitantes con capacidades modestas, hemos resistido con el presidente Maduro en buena forma y no contra las cuerdas. Se ha resistido en ofensiva, en avances, se han iniciado proyectos, gobiernos de calle, obras públicas… O sea, se ha estado en combate activamente con un pueblo en la calle dándole el mayor respaldo a la Revolución Bolivariana, con un partido que todas las encuestas dicen que tiene 45% de la preferencia electoral. Eso quiere decir que estamos ganando la guerra, pero estamos en guerra, no ha terminado la guerra. ¿Cual era el objetivo de la guerra económica? Provocar una sublevación del pueblo venezolano en contra de la Revolución Bolivariana, y eso no ha sucedido y por el contrario hay un mayor respaldo.
—¿Cómo ha impactado esa guerra económica en el sector agrícola?
—La producción primaria y agroindustrial, que son dos elementos que llevan a la producción de alimentos, ha sufrido los ataques fundamentales del monopolio y el oligopolio sobre las cadenas de distribución y de suministro, sea de insumos para esa producción primaria o industrial, o de productos terminados. Y eso creó una especie de nube para definir a los responsables. Por ejemplo, si una planta de harina de maíz no consigue el empaque, ¿quién es el responsable? Entonces deja de producir o baja la producción. Ahora, si esto se ocasiona masivamente por actores casi invisibles que se esconden tras la complejidad de los sistemas de producción globalizados, llegamos a lo que tenemos ahora. Todas las cifras nos demuestran que no ha disminuido la disponibilidad de productos, y en algunos caso hasta ha aumentado. Lo que ha habido es una distorsión absoluta de la distribución. ¿En manos de quien está la distribución? En manos de una fuerza del capital atomizada, millones de transportistas, por ejemplo, que dependen de los repuestos o de los servicios y todo eso, en este momento, está colapsado.
—¿Quiere decir que el foco de la guerra está en la logística y la distribución y no en la producción de la materia prima?
—Claro, pero la logística y la distribución también impactan sobre la producción primaria. Por ejemplo, todo lo que tiene que ver con la cadena de suministros de insumos para la agroindustria o la producción primaria, todo eso está afectado.
—¿Y cuál ha sido la magnitud del impacto sobre la producción primaria?
—El año pasado cerramos con un crecimiento positivo. Ahora el impacto que realmente tuvo es que no nos dejó expandir aún más la producción. Y eso ocurre en un país donde 50% de los alimentos son importados, con una cultura de bienes producidos fuera, como soya y trigo, que no podemos revertir de la noche a la mañana. Con una infraestructura productiva de alimentos, montada para favorecer a las importaciones. Este es el único país del mundo donde las fábricas de alimentos no están en las zonas de producción sino en las de puertos. Y se pusieron ahí porque realmente estaban orientadas a las importaciones y estamos luchando contra eso. El año pasado tuvimos un crecimiento positivo, a pesar de todas las dificultades crecimos en producción. Este año estamos revisando las cifras, vamos a tener un año muy difícil producto de diversas circunstancias, sin embargo creemos que va a haber una reacción de los productores agrícolas favorable. En este momento estamos haciendo las evaluaciones, estamos en pleno inicio, llevamos alrededor de 30% de la siembra del ciclo invierno, que es el ciclo más importante, que es el que marca si crecemos o no en la producción. Aún es muy temprano para emitir algunas cifras, sin embargo se ha hecho frente a dificultades muy grandes como el desabastecimiento de semillas, agroquímicos y fertilizantes, sobre todo por la dependencia de las divisas para adquirir esos productos.
—¿Cómo se relacionan la fallas de productos agroindustriales con el comportamiento de la producción primaria?
—En lo referente a cereales, maíz y arroz, la falla de disponibilidad en los anaqueles no ha tenido que ver con la disponibilidad de productos primarios. De hecho, los silos y los almacenes han estado con inventarios muy buenos por la producción que alcanzó el año pasado. Es decir, materia prima ha existido. De hecho nosotros arrancamos este año con inventarios de 400 mil toneladas de arroz paddy, casi un millón de toneladas de maíz blanco, alrededor de un millón y medio de toneladas de maíz amarillo. Es decir, arrancamos con un buen inventario el 2015, por lo que las fallas que han existido no han sido producto de la ausencia de materia prima sino de la distorsión que hay en las cadenas de comercialización, de la especulación, el acaparamiento y el contrabando de extracción. Hay otros productos que sí han estado impactados por la dependencia de las importaciones, como la harina de soya que luego impacta sobre la producción de pollo o de cerdo, y a pesar de que hemos tenido un suministro constante no hemos logrado tener inventarios de reserva suficientemente grandes. Sin embargo la producción de pollo ha estado por encima de las 100 mil toneladas mensuales y se ha mantenido a pesar de todas las dificultades. Y con la carne de bovino hemos tratado de proteger al consumidor. Sin embargo el daño a la moneda y la existencia de ese dólar ficticio han ocasionado graves distorsiones del sistema de importaciones y eso sí ha impactado.
—¿Por qué la carne está bordeando los mil bolívares el kilo?
—El 60% de la carne proviene de productores nacionales y el restante 40 % se provee a través de importaciones. Y es allí donde se produce la distorsión, porque los importadores, a pesar de que se le otorgan divisas a 6,30 bolívares, y la cadena de distribución termina sucumbiendo a la fijación de su margen de ganancia sobre la base de un dólar paralelo, que es parte de la guerra económica. No es un tema de disponibilidad sino absolutamente de especulación, porque producir un kilo de carne o importarlo no llega ni a 250 bolívares.
—¿Y en el caso de la carne de pollo qué genera la sensación de escasez y el aumento de precios?
—La distorsión en el circuito de la carne también genera distorsiones en el del pollo y en el del cerdo, porque es una fuente de proteína similar. También hemos tenido problemas con el abastecimiento de harina de soya y se han creado ciclos de producción inestables.
—¿Cómo se puede romper con la dependencia de insumos importados para la producción avícola y porcina?
—Es un problema de escala. Creemos que la producción de pollo y cerdo, al contrario de lo que hemos venido haciendo, debe ser llevada a la localidad, a pequeña escala, para el abastecimiento local. No puede ser que las ciudades “rurales” dependan del pollo que se produce en Aragua de manera industrial. Deberían tener sus propios sistemas de producción donde se utilicen alimentos locales y estamos ensayando algunas fuentes de proteína como la moringa, la morera y otros forrajes que pueden ser promisorios.
—¿Polar está produciendo maíz actualmente?
—No, nunca lo han hecho porque es el modelo que adoptaron de apropiación de la renta petrolera. ¿Para que voy a sembrar, asumir un riesgo, desarrollar tecnología si con dólares del petróleo puedo traer ese producto que cuesta tanto esfuerzo? Esa es la lógica del capitalismo.
—¿Hay distorsiones en el mercado cerealero nacional provocadas por Polar?
—Evidentemente, su posición de ganancia maximizada a través de la renta petrolera que le transferimos le permite generar cualquier distorsión en el mercado local y de esa manera preservar ese modelo y mantener esa rueda viciosa funcionanado. Eso es lo que estamos viviendo ahora y es la expresión máxima de la guerra económica.
—¿Hay contrabando de extracción de cereales sin procesar?
–Sí, lo ha habido, hemos detectado fugas importantes de productos, incluso de arroz sin secar que luego usan como alimento para animales. Y no les importa porque aún así, con la especulación cambiaria obtienen enormes ganancias.
—¿Es posible que se desvíe maíz para la producción de alimentos para animales?
—En el caso del maíz blanco no, porque está prohibido. En el caso del amarillo hay un uso evidente para consumo animal pues se consume menos para las arepas, pero hay que ver cuál es el balance que manejan.
—¿Cuál es la situación de la producción de arroz? ¿Podemos llegar a exportar?
—No, estamos en un equilibrio muy inestable todavía. El año pasado fue positivo, tuvimos un 20% de crecimiento. Este año estamos revisando, está en cosecha lo que se sembró a finales de año, las cifras no son tan alentadoras pero hay que esperar la conclusión del ciclo. Creo que vamos a tener una situación y todavía nos falta un empujón pequeño para lograr el autoabastecimiento.
—¿Y en el caso del maíz?
—Estamos en un 30% de la siembra. El año pasado cerramos con un 70% de abastecimiento nacional en el caso del maíz blanco. Y entre maíz amarillo y maíz blanco estuvimos por el orden de los 2 mil millones de toneladas.
—¿En algún momento se logró el autoabastecimiento de maíz?
—Sí, sí.
—¿Por qué lo perdimos?
—Fundamentalmente, en el 2009 por los problemas climáticos. Y luego ha habido un fenómeno de traslocación de la producción de maíz blanco hacia la producción de maíz amarillo para la producción de alimentos balanceados. Antes era el 20%, hoy es la mitad. Ahí ha habido algunos problemas de planificación que debemos corregir.
—¿Vamos a seguir importando caraotas de Nicaragua? ¿Qué ha pasado con el Plan Nacional de leguminosas?
—El año pasado tuvimos algunas dificultades para consolidar el plan y esperamos poder hacerlo este año con siembra en grandes superficies. Es la vía que tenemos, que el frijol y la caraota dejen de ser cultivos marginales, de subsistencia, y pasen a ser cultivos de primer orden en grandes extensiones.
—¿Eso se traduciría en un desplazamiento de la agricultura familiar?
—No, todo lo contrario. Esto nos da volumen, mientras la agricultura familiar nos da organización, nos da abastecimiento local. De lo que estoy hablando es de grandes volúmenes para abastecer a las grandes ciudades, mientras la agricultura familiar abastece lo local y lo rural. Es cuestión de buscar el balance.
—¿Cuál ha sido el papel de esa agricultura familiar en la guerra económica?
—Cuando falta la harina precocida en las comunidades más alejadas del centro del país la fuente energética es la yuca, el ocumo, el ñame, que los provee la agricultura familiar, y eso no ha faltado. El poder de la agricultura familiar ha sido extraordinario, lo demostramos en el paro del 2002-2003. Quien salió a abastecer a la población fue la agricultura familiar.
—¿Y eso no se puede hacer ante la guerra económica?
—Sí, está ocurriendo en las comunidades rurales un fenómeno de autoabastecimiento con sus propios recursos…
—Pero ¿eso está ocurriendo como una necesidad o el Estado lo está estimulando?
—Está ocurriendo por las dos cosas. Porque ha habido un despliegue durante 15 años de técnicos, el Estado ha promovido ese modelo, y ahora se está dando la necesidad. Estoy seguro de que hay que hacer un mayor esfuerzo, pero en muchos casos estoy seguro de que es producto de organizaciones que hemos promovido nosotros.
—¿Qué se debe hacer para que eso se consolide y pueda impactar tanto en pequeñas como grandes ciudades?
—Aumentar el volumen de producción y sistemas de distribución, transporte…
—¿Y se está trabajando en eso?
—Sí, estamos instalando centros de acopio, organizando a los productores. En el caso del Fondas tenemos un centro de acopio en Valencia donde los productores están arrimando sus cosechas y las distribuimos directamente a comunidades.
—¿Qué se está haciendo para romper los mecanismos de fijación arbitraria de precios por las “mafias” que controlan los mercados mayoristas?
—Bueno, esa es una tarea pendiente. Son roscas que se arman desde la producción primaria hasta la distribución final y nos ha costado mucho torcerles el brazo.
—¿Quiénes integran esas roscas?
—Son fundamentalmente actores externos a la producción primaria y estrechamente vinculados con la distribución final, que disponen de medios de transporte y controlan esas rutas y transfieren toda su ineficiencia al precio de los alimentos. Además controlan las relación con todos los bodegueros del área metropolitana. Ahí están trabajando los ministerios para crear mecanismos alternos de distribución.
—¿Cuál es la situación de las empresas recuperadas por el Estado?
—Nuestras plantas han demostrado que, a pesar de la guerra económica son más eficientes y resuelven más problemas que las del sector privado. Gracias a la Revolución, que logramos nacionalizar algunas industrias, es que tenemos producción. Los embates de la guerra económica los hemos podido soportar gracias a que tenemos control de esos medios de producción. Ahora, que hemos tenido problemas de gestión en algunas de las empresas, sí… pero gracias a lo que se hizo hemos preservado el empleo y la producción.
—La burguesía niega la guerra económica y dice que es el fracaso del modelo. ¿La ruta sigue siendo el socialismo?
—La ruta es el socialismo. ¿Quiénes son los proveedores de champú o los de harina precocida en Venezuela? Son las empresas capitalistas y no han logrado su objetivo. ¿Entonces quien fracasó? Ante la variación de un dólar, ante el rentismo se van, no tienen capacidad. Lo que está demostrando esta crisis es que el modelo capitalista no sirve y que debemos ir hacia el socialismo.
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Entrevista / Yván Gil: Polar distorsiona mercado local de cereales
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