Crónica tempranera del cierre de campaña #6D

Pero claro que la avenida Bolívar de Caracas ha estado más llena en una decena de actos de cierre de campaña que el chavismo habrá celebrado allí. Hoy, entre las 13 y las 14 horas, cuando se termina la campaña para las elecciones legislativas de Venezuela, no está tan llena como cuando se esperaba la llegada de Hugo Chávez (el fallecido líder de la Revolución Bolivariana), pero está llena.


Y está llena y llenándose desde su cola, justo allí donde queda el hotel Alba Caracas (que antes de la Revolución era el Hilton de la capital sudamericana) y donde más adelante (en sentido hacia el centro) hay una tarima con orquestas en vivo.

Para entrar a la avenida de uno 50 metros de ancho y cerca de dos kilómetros de longitud, construida en los años 40 como parte de un ambicioso plan de renovación y modernización urbana, hay que pasar por controles de soldados de la Casa Militar del presidente actual, Nicolás Maduro, quienes revisan bolsos y carteras, así como la vestimenta de los asistente para descartar que nadie lleve armas. Sin embargo el proceso es rápido y amable.

Vale acotar sí que nunca se hacía anteriormente, ni siquiera cuando el carismático Chávez recorría el corredor montado en un camión y saludando, tocando, acariciando y apretando con la mirada a cada uno de los participantes o al menos a los que quedaban lado a lado con la caravana.

Sin duda Maduro (el exconductor de autobús que irrita a los opositores por el sólo hecho de ser ahora el presidente y conductor de la nación con más petróleo del mundo), cruzara en unas horas la explanada rumbo a la tarima donde dará el discurso que decidirá el futuro del país.

Como cuando los actos de Chávez, durante 12 o 13 años, la gente se agrupa sobre el pavimento. Están unidos por ser trabajadores de la misma dependencia pública, empresa estatal o sector social. Cruzar entre esos bloques no es facil, mientras muchos comen, beben cerveza o disfrutan de un helado. Hoy, a esa hora no era significativo el consumo del principal producto del gigante de alimentos Polar, radicalmente enfrenta con el actual mandatario.

Unos 300 metros más adelante la tarima que entusiasma es de música llanera, considerada como la musica nacional y promovida activamente por Maduro a través de unos festivales populares denominados "Corazón Llanero" y organizados por un popular animador, Winston Vallenilla, que ahora preside el canal Tves, que usa la misma frecuencia de RCTV, la primera televisora venezolana cuya concesión no fue renovada tras vencerse en mayo de 2007. Paradoja extrema que no terminan de aceptar los activista de oposición extremista que veían a Vallenilla llorando durante los últimos minutos del fenecido canal y ahora lo deben soportar multiplicado en eventos públicos y pantallas.

El chavismo está esta tarde alli. Bailando joropo, aplaudiendo y retomando los pasos de salsa impuestos por el fanático y experto músico de estilo callejero en que ha terminado por revelarse Maduro, el heredero de Chávez por testamento político.

En la esquina de la penultima cuadra la tarima resuena y hacer desbordar la intersección al ritmo de Indestructible, de Ray Barreto, devenida en canto de guerra de Nicolás, como le dice la gente, o sea su gente, los chavistas. Los mismos que llamaban a Chávez por su apellido y escasamente lo trataba de tú.

A este autodenominado presidente obrero la gente lo tutea sin mucha complicación, le gritan las verdades y le lanzan mangos con peticiones escritas. No es Chávez y él lo sabe, todos lo saben.

Mi tablet quedó sin energía hace rato y por eso pude tomar la foto de los que se tomaban fotos en el contexto de la concentración. Tampoco la de muchachos con camisas rojas rodeando a la "Caperucita", una anciana residencia en Chacao, el centro del oposicionismo caraqueño, que viste rojo, como el personaje del cuento y se desplaza en moto.

No pude captar a los gripos organizados con logística exquisita y milimétrica de trabajadores de la estatal petrolera, Pdvsa. O los de camisas, azules, celestes, o naranja de dos líneas áreas estatales y de no se otra organización.

Pero tampoco están en la cámara los chavistas realengos, pantalones raídos y zapatos polvorientos, las ancianas con faldas sencillas y sandalias de goma, como las que se veían en los primeros mitines de Chavez. Esos siguen yendo a los actos de Maduro a pesar de ser los más golpeados por la llamada "guerra económica" que ha empobrecido dramáticamente a la mayoría de los venezolanos.

Y menos les puedo mostrar la cantidad de chamos y chamas blanquitos, fenotipicamente como se imagina a si misma la oposición derechizada, descendientes de inmigrantes europeos, con ropa y sandalias de marca.

Alli están, esos son. Ese es el chavismo, el proceso politico y humano en que parecen mezclarse todas las capas de la sociedad a excepción de los herederos de las grandes corporaciones importadoras que se asumen como parte de una especie de realeza y sus cortesanos que hoy convocaron a un acto en el este de la ciudad, frente a un edificio de cristal donde se alojan bancos y oficinas de importación.




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