Los sistemas de gestión, en lo operativo, tecnológico, comercial y gerencial de Polar son de una profunda dependencia del sector externo y en consecuencia se sustentan en un uso intensivo y extenuante de divisas producto del petróleo.
VÍCTOR HUGO MAJANO
CUATRO F
El jefe de grupo empresarial Polar, Lorenzo Mendoza Giménez, demostró nuevamente, la semana pasada, su dificultad para las matemáticas, o más precisamente para entender que cada vez que da una cifra confirma la alta dependencia de las divisas, la vocación especulativa y la profunda y estructural ineficiencia de su conglomerado.
En síntesis, le dijo al país que Polar es la expresión mas acabada, nítida y concreta del rentismo petrolero como modelo de apropiación del ingreso nacional y acumulación de capital por parte del sector dominante de la burguesía venezolana.
Primero le confesó al país su egocentrismo, en lo personal, cuando afirmó o dió a entender que el gobierno de Nicolás Maduro no tomaba en cuenta al sector privado por el hecho de que él, Mendoza, no había sido invitado expresamente a participar en las mesas de los llamados Motores Productivos. Lo contradictorio es que desde hace casi tres semanas centenares de empresarios se están sentando con los integrantes del gabinete económico en un intento riguroso por superar el rentismo y reactivar la producción a traves de una ruptura quirúrgica con la dependencia de las importaciones.
Es decir, el sector privado sí fue invitado, y a pesar de que no lo encontraron en la "fiesta", los colegas de Mendoza se quedaron a pesar de tan notable ausencia.
En segundo lugar reveló que su consorcio recibió entre 2004 y 2015 la cifra de 5 mil 954 millones de dólares para pagar sus importaciones. Hasta el lunes pasado el dato disponible tenía como fecha límite el 31 de diciembre de 2012, y sumaba 3 mil 664 millones de dólares a tasa preferencial, requeridos a través de más de 19 mil solicitudes.
Y así Lorenzo Alejandro nos regaló, con una simple resta, una revelación casi divina: entre 2013 y 2015 Polar recibió 2 mil 290 millones de dólares. Es decir, en sólo tres años, los tres años de la guerra económica, de la escasez extrema, el petróleo de todos los venezolanos permitió que tuviera acceso a un 86 % más de divisas por año con respecto al promedio anual de 2004 a 2012. En números absolutos pasó de 407 millones de dólares por año, a más de 763 millones de dólares, en el período en que "yo estoy en guerra, mi pana".
¿Como se explica que con muchas más divisas autorizadas en estos años y meses cercanos se haya disparado el desabastecimiento de bienes esenciales distribuidos por Polar? ¿Acaso los precios de los insumos importados requeridos por el grupo aumentaron casi el doble en el mercado internacional? Por que otra posibilidad sería que se hayan incrementado los volúmenes de importación, con un efecto totalmente inverso, que el país estaría sobreabastecido.
Por eso, sin duda, valdría la pena revisar las facturas de las importaciones y comparar los precios por unidades físicas. Y no solo con Polar sino con otras corporaciones, incluyendo las de capital abiertamente transnacional.
En tercer lugar, el nieto del abogado Mendoza Fleury, mientras seguía jugando con los números, contó que su conglomerado de empresas es tan productivo y eficiente, que logró producir más de 14 litros de bebidas por cada divisa recibida, Confiando en sus cuentas habría que preguntarse en cuanto calcula Mendoza el valor de cada dólar, pues una botella de 2 litros de Pepsicola no baja de los 360 bolívares.
Una cuenta muy simple permitiría estimar que con ese dólar, a 180 bolívares el litro, la Polar estaría facturando sobre los 2 mil 520 bolívares. O sea, un poco mas lento, con el dolar que compraron a 6, 30 bolívares, subsidiado, regalado o malbaratado por decisión soberana del Estado venezolano, pueden obtener un diferencial tan grande que no podría expresarse porcentualmente ¿Acaso esa es la tasa de cambio libre que aspiran para la moneda venezolana?
Sin duda, esa relación propuesta no refleja ni eficiencia ni productividad sino una delictiva capacidad de especulación para apoderarse de los salarios e ingresos de los consumidores.
Pero Mendoza no se detuvo y continuo con su revelador juego matemático. Respondió, ante las inquietudes sobre la tendencia a la baja de la producción de harina de maíz y arroz (según sus propios reportes), que por el contrario, los volúmenes elaborados habían aumentado un 5,5 por ciento. Y sin ocultar su orgullo comparó el dato con la caída del PIB durante 2015, que ubicó en 9 puntos. Ni por casualidad la comparación la hizo con el incremento de casi 90 por ciento en la divisas subsidiadas con los ingresos petroleros. Tampoco se acordó de que otros sectores productivos vieron reducido su acceso a esas divisas porque se le dio la prioridad a Polar por ser un distribuidor de alimentos. Y pese a eso su organización solo pudo aumentar la producción, según sus cifras, en apenas ese 5 por ciento y medio.
A sus 50 años, y con apenas 20 al frente del conglomerado, a Mendoza Giménez le corresponde defender una herencia con una carga histórica de 75 años oficialmente.
Polar nace junto con la consolidación de un Estado y un modelo productivo anclado en la apropiación de la renta petrolera y por lo tanto sus sistemas de gestión, en lo operativo, tecnológico, comercial y gerencial, son de una profunda dependencia del sector externo y en consecuencia se sustenta en un uso intensivo y extenuante de divisas cuyo origen solo puede ser la venta del petroleo.
Aunque lo deseara, Lorenzo Alejandro no podrá cambiar a Polar para hacerla mas competitiva y menos dependiente. En las dos décadas de su "reinado" mas bien ha profundizado esa dependencia, y todos los productos y marcas que ha incorporado son ajenos a la tradición del grupo (incluido los de Mavesa, adquirida en 2001) y están atados a compromisos de compra de paquetes tecnológicos y al pago de derechos y licencias.
Peor aun, ni siquiera se puede ir: nadie le va a comprar ni el Estado le va a expropiar unas plantas industriales obsoletas y sin transferencia tecnológica y una red comercial tercerizada y que por tanto no le pertenece.
VÍCTOR HUGO MAJANO
CUATRO F
El jefe de grupo empresarial Polar, Lorenzo Mendoza Giménez, demostró nuevamente, la semana pasada, su dificultad para las matemáticas, o más precisamente para entender que cada vez que da una cifra confirma la alta dependencia de las divisas, la vocación especulativa y la profunda y estructural ineficiencia de su conglomerado.
En síntesis, le dijo al país que Polar es la expresión mas acabada, nítida y concreta del rentismo petrolero como modelo de apropiación del ingreso nacional y acumulación de capital por parte del sector dominante de la burguesía venezolana.
Primero le confesó al país su egocentrismo, en lo personal, cuando afirmó o dió a entender que el gobierno de Nicolás Maduro no tomaba en cuenta al sector privado por el hecho de que él, Mendoza, no había sido invitado expresamente a participar en las mesas de los llamados Motores Productivos. Lo contradictorio es que desde hace casi tres semanas centenares de empresarios se están sentando con los integrantes del gabinete económico en un intento riguroso por superar el rentismo y reactivar la producción a traves de una ruptura quirúrgica con la dependencia de las importaciones.
Es decir, el sector privado sí fue invitado, y a pesar de que no lo encontraron en la "fiesta", los colegas de Mendoza se quedaron a pesar de tan notable ausencia.
En segundo lugar reveló que su consorcio recibió entre 2004 y 2015 la cifra de 5 mil 954 millones de dólares para pagar sus importaciones. Hasta el lunes pasado el dato disponible tenía como fecha límite el 31 de diciembre de 2012, y sumaba 3 mil 664 millones de dólares a tasa preferencial, requeridos a través de más de 19 mil solicitudes.
Y así Lorenzo Alejandro nos regaló, con una simple resta, una revelación casi divina: entre 2013 y 2015 Polar recibió 2 mil 290 millones de dólares. Es decir, en sólo tres años, los tres años de la guerra económica, de la escasez extrema, el petróleo de todos los venezolanos permitió que tuviera acceso a un 86 % más de divisas por año con respecto al promedio anual de 2004 a 2012. En números absolutos pasó de 407 millones de dólares por año, a más de 763 millones de dólares, en el período en que "yo estoy en guerra, mi pana".
¿Como se explica que con muchas más divisas autorizadas en estos años y meses cercanos se haya disparado el desabastecimiento de bienes esenciales distribuidos por Polar? ¿Acaso los precios de los insumos importados requeridos por el grupo aumentaron casi el doble en el mercado internacional? Por que otra posibilidad sería que se hayan incrementado los volúmenes de importación, con un efecto totalmente inverso, que el país estaría sobreabastecido.
Por eso, sin duda, valdría la pena revisar las facturas de las importaciones y comparar los precios por unidades físicas. Y no solo con Polar sino con otras corporaciones, incluyendo las de capital abiertamente transnacional.
En tercer lugar, el nieto del abogado Mendoza Fleury, mientras seguía jugando con los números, contó que su conglomerado de empresas es tan productivo y eficiente, que logró producir más de 14 litros de bebidas por cada divisa recibida, Confiando en sus cuentas habría que preguntarse en cuanto calcula Mendoza el valor de cada dólar, pues una botella de 2 litros de Pepsicola no baja de los 360 bolívares.
Una cuenta muy simple permitiría estimar que con ese dólar, a 180 bolívares el litro, la Polar estaría facturando sobre los 2 mil 520 bolívares. O sea, un poco mas lento, con el dolar que compraron a 6, 30 bolívares, subsidiado, regalado o malbaratado por decisión soberana del Estado venezolano, pueden obtener un diferencial tan grande que no podría expresarse porcentualmente ¿Acaso esa es la tasa de cambio libre que aspiran para la moneda venezolana?
Sin duda, esa relación propuesta no refleja ni eficiencia ni productividad sino una delictiva capacidad de especulación para apoderarse de los salarios e ingresos de los consumidores.
Pero Mendoza no se detuvo y continuo con su revelador juego matemático. Respondió, ante las inquietudes sobre la tendencia a la baja de la producción de harina de maíz y arroz (según sus propios reportes), que por el contrario, los volúmenes elaborados habían aumentado un 5,5 por ciento. Y sin ocultar su orgullo comparó el dato con la caída del PIB durante 2015, que ubicó en 9 puntos. Ni por casualidad la comparación la hizo con el incremento de casi 90 por ciento en la divisas subsidiadas con los ingresos petroleros. Tampoco se acordó de que otros sectores productivos vieron reducido su acceso a esas divisas porque se le dio la prioridad a Polar por ser un distribuidor de alimentos. Y pese a eso su organización solo pudo aumentar la producción, según sus cifras, en apenas ese 5 por ciento y medio.
A sus 50 años, y con apenas 20 al frente del conglomerado, a Mendoza Giménez le corresponde defender una herencia con una carga histórica de 75 años oficialmente.
Polar nace junto con la consolidación de un Estado y un modelo productivo anclado en la apropiación de la renta petrolera y por lo tanto sus sistemas de gestión, en lo operativo, tecnológico, comercial y gerencial, son de una profunda dependencia del sector externo y en consecuencia se sustenta en un uso intensivo y extenuante de divisas cuyo origen solo puede ser la venta del petroleo.
Aunque lo deseara, Lorenzo Alejandro no podrá cambiar a Polar para hacerla mas competitiva y menos dependiente. En las dos décadas de su "reinado" mas bien ha profundizado esa dependencia, y todos los productos y marcas que ha incorporado son ajenos a la tradición del grupo (incluido los de Mavesa, adquirida en 2001) y están atados a compromisos de compra de paquetes tecnológicos y al pago de derechos y licencias.
Peor aun, ni siquiera se puede ir: nadie le va a comprar ni el Estado le va a expropiar unas plantas industriales obsoletas y sin transferencia tecnológica y una red comercial tercerizada y que por tanto no le pertenece.
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