Embelesados por la circunstancia, los enemigos de la República han salido de las cañerías, se reunen en una fiesta de embriagados de poder relativo. La egolatría televisada de esta acción, evidencia que no ven en el futuro y no tienen la menor idea de la rebeldía de los bolivarianos, subestiman el poder del movimiento histórico revolucionario.
La política, distinto a los recursos, es inagotable. Por esa razón
pueden escasear productos y dinero pero no argumentos y convicciones.
Los últimos no pueden desaparecer de la escena, son la fuente del debate
por el poder. Si los primeros fueran motivo, causas y conducción no
seriamos una sociedad, un Estado, sino simplemente un mercado libre.
El propósito de los enemigos de la República Bolivariana de
Venezuela es desdibujar el poder de la nación, reducirlo y hacerlo
añicos. Sustituir nuestras instituciones públicas por instituciones
bancarias, mercantilizadas, eliminar derechos e imponer servicios
privatizables, propiedad de transnacionales.
La política de los enemigos es como la de Macri en
Argentina: privatizar la vida cotidiana, acabar con el Estado,
administrar los dineros públicos a favor de las transnacionales. Eso es
acabar con el buen sentido del poder democrático del pueblo y
transferirlo al poder de los propietarios del capital transnacional.
Los enemigos de la República no creen en los poderes del
Estado, por esa razón llegan a la Asamblea Nacional a ridiculizarla y
someterla a tomar decisiones anticonstitucionales, no se alinean al
carácter de cooperación entre los poderes públicos, sino que retan a los
demás poderes a una pelea intestina que solo podría llevar al propósito
de los imperialistas: acabar con nuestra República.
Venezuela no es un mercado libre. Es una nación soberana.
Por eso es que Obama y sus aliados agreden a nuestro pueblo, nuestra
constitución, poderes y leyes. La rebelión, mecanismo legítimo de los
pueblos agredidos por poderes despóticos, es una vía convocada por el
Jefe del Estado Nicolás Maduro, razón tiene y nosotros debemos
prepararnos.
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