Edificio sede de la Comandancia General del Ejército |
En un relato escrito detalla minuciosamente los principales eventos de esos días y ofrece nombres de los distintos participantes, tanto militares como civiles.
Uno de esos aspectos es la presencia de Pedro Carmona Estanga en las instalaciones de la Comandancia del Ejército durante la tarde del 11 de abril.
“Él estaba en la oficina del secretario privado del comandante general, que era el coronel (Rafael) Arreaza Castillo, y hacía llamadas telefónicas y transcribía en la computadora. Con él estaban otros dos civiles a quienes no logré identificar”, explicó Silva Morales.
Sargento Hernán Silva Morales |
—El decreto que hizo Carmona ese día nombraba a Vásquez Velasco como ministro de la Defensa y al general Medina Gómez como comandante general del Ejército. Eso fue lo que yo escuché. En ese decreto no se eliminaban los poderes.
UN MINISTERIO CON TRES MINISTROS
Vásquez Velazco regresó molesto a su despacho la tarde del 12 de abril, luego que en Miraflores se leyera un decreto distinto al redactado el día anterior en la oficina del coronel, su secretario privado.
Además, para el cargo de ministro de la Defensa fue nombrado el vicealmirante Héctor Ramírez Pérez, quien tenía una antigüedad menor que el jefe del Ejército.
En cuanto llegó le solicitó al equipo de comunicaciones emitir un radiograma ordenando un acuartelamiento tipo A, es decir una medida que impide a todo militar salir de su cuartel, hasta una nueva instrucción.
Al día siguiente ocurrió algo insólito: el general Antonio Navarro Chacón, contralor de la Fuerza Armada, se presentó en el piso 5 a exigirle al ayudante general que le entregara la caravana de seguridad del Ministerio de la Defensa, porque era ahora el nuevo titular del despacho. En sólo horas se multiplicaron los generales con aspiraciones de ser ministros.
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Desde la oficina del comandante general
A las 6:30 de la mañana del 11-A llegó a su trabajo, en el 5° piso del edificio de la Comandancia del Ejercito en Fuerte Tiuna, el sargento Hernán Silva Morales.
Su cargo como ayudante del ayudante general del Ejército (que era el general Héctor Ravelo Díaz) le permitió una posición privilegiada para observar la marcha de la conspiración. En ese piso está la oficina del comandante general y fue el sitio donde se concentraron decenas de militares y civiles involucrados en el golpe. Hasta ese lugar se dirigió el presidente Chávez la madrugada del 12 cuando se entregó.
Desde su escritorio Silva Morales atendió la llamada sobre la llegada de los cuatro francotiradores que ordenó traer a Caracas desde el Zulia el jefe del Ejército.
También en la noche del 11 y la madrugada del 12 vio como desfilaban Luis Miquilena, el jefe de la Policía de Miranda y el coronel gringo Harkyns, jefe de la misión militar de EEUU. Y ya en la mañana, muy temprano, contestó la llamada telefónica del entonces diputado César Pérez Vivas.
El 13 la historia fue muy distinta. Vásquez Velasco se pronunció condicionando su apoyo a Carmona. Y más tarde pidió localizar al vicepresidente Diosdado Cabello para negociar.
Al final de la noche, como en una fiesta que termina, sólo quedaron en el 5° piso los generales López Hidalgo y Ravelo Díaz, el coronel Arreaza Castillo, el sargento Silva Morales y los soldados a cargo de la central de comunicaciones.
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Generales organizaron “callejón” para humillar a Chávez
En un “callejón de honor” se alinearon los generales presentes la noche del 11 de abril de 2002 para recibir al presidente de la República en el piso 5 de la Comandancia del Ejército en Fuerte Tiuna.
Es decir, se alinearon a ambos lados del pasillo entre el ascensor privado y la oficina de las secretarias en el despacho del comandante general del Ejército.
“Ellos ensayaron para que cuando llegara el comandante Presidente le gritaran: ‘fuera, fuera’, como una forma de humillarlo”, relató Silva Morales.
El agravio no se pudo concretar ya que el jefe del Estado fue conducido por otro ascensor a su llegada a Fuerte Tiuna.
Fue conducido, según el relato, hasta la sala de reuniones del jefe del Estado Mayor General del Ejército, donde le exigieron la renuncia. De allí lo dejaron salir pasadas las 4 de la madrugada pero escoltado por dos capitanes equipados con cascos de fibra, chalecos antibalas y armados con fusiles.
“Entonces vi cuando el general González González Néstor le dijo que se quitara el uniforme, ya que él no era militar”, recordó.
—¿Y que hizo el Presidente?
—Al Presidente lo llevaron a mi oficina y me saludó él a mí, pese a que en términos militares el subalterno debe saludar primero.
El jefe de Estado ingresó a la habitación del general Ravelo Díaz donde se cambió el uniforme luego de que un teniente de la Casa Militar llevó una maleta de ropa.
Según observó Silva Morales el Presidente se vistió con una camisa manga larga y un pantalón casual y se rasuró. Los dos capitanes se lo llevaron ya detenido al cuartel de la Policía Militar.
El relato también registra una discusión entre González González y el comandante del Ejército cuando este último salió de la sala de reuniones y comentó que Chávez pedía viajar a Cuba.
“González González le respondió en forma grosera y altanera que no, que Chávez tenía que pagar todas sus culpas aquí y que se quedaba en Venezuela”, refirió.
En esos momentos Pedro Carmona Estanga se mantenía en la oficina de las secretarias redactando el documento de renuncia del mandatario.
Luego de la discusión con González González, Vásquez Velasco se reunió en su oficina con Carmona Estanga, otros civiles y con algunos generales, almirantes y coroneles. Otros no pudieron entrar pero daban a entender que estaban negociando cargos.
“Un general dijo que quería el Instituto de Previsión Social de la Fuerza Armada (IPSFA), el coronel González Caraballo Carlos le dijo al general Poggioli Pérez Ovidio José ‘yo quiero la Dirección de Inteligencia Militar (DIM)’”. Otro general dijo que quería el Ministerio de Finanzas, aquello como si fuera un torta que se la querían repartir entre ellos”, comentó el sargento.
País sin nombre
Al sargento Silva Morales le pareció extrañó que el recibo de pago de su sueldo con fecha 1° de abril, aparecía la leyenda “República de Venezuela”. De un mes a otro le habían quitado la expresión de “Bolivariana”.
Ese recibo no es un documento preimpreso, sino que los datos estampados se originaban a través de un sistema informático, que debió ser modificado a través de su código fuente. Es decir, cuando aún no se había concretado el golpe, ya en el seno del Ejército se comenzaba a eliminar cualquier cosa que evocara la propuesta bolivariana. Ni siquiera era tolerable en un simple comprobante de pago.
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